viernes, 5 de febrero de 2010

¿Y los terroristas mexicanos?

31-julio-2008
La nota de Doris Gómora fue impecable: de acuerdo con reportes de circulación restringida de la Agencia Antidrogas (DEA) los cárteles de Sinaloa y del Golfo han contactado a grupos extremistas de Irán para enviar a ese país a sicarios de élite, generalmente ex militares, con el fin de que reciban entrenamiento en uso de armas y explosivos. Se supone que los sicarios se entrenan debido a que no han utilizado al 100% las armas de alto poder que poseen, como las bazucas.
Como sea, inquieta la posibilidad de que nuestros principales enemigos públicos (los narcos), pudieran tener este tipo de entrenamiento. ¿Versión imposible? No, si se le ubica dentro de la compleja red de distribución internacional de estupefacientes, de la que forman parte fundamental los cárteles mexicanos, que pagan en especie por sus armas y de seguro tienen relación con los grupos de traficantes más extraños y peligrosos del planeta.
Ahora bien, no siendo imposible, la versión suena improbable.
Días después de la nota de EL UNIVERSAL, el embajador de Irán en México, Ghadiri Abyaneh, desmintió en otro periódico tales afirmaciones, y aseguró que los señalamientos forman parte de una estrategia mediática de Estados Unidos para preparar sicológicamente a la opinión pública mexicana frente a una intervención militar en esa nación.
Caso similar lo vimos meses previos a la invasión a Irak, cuando también aparecieron por aquí y por allá documentos clasificados, secretos y/o confidenciales, en los que agencias del gobierno de Estados Unidos hablaban de las armas de destrucción masiva y del apoyo de Saddam Hussein a Al-Qaeda, que al final todos supimos que fueron mentira y sólo tuvieron fines propagandísticos.
Nuestros narcos tienen bien ubicados a sus blancos: cárteles rivales, policías, militares y uno que otro periodista, contra los que no ha dudado en usar lo más sofisticado de su armamento. Nada indica que lo dejarán de hacer. Sin embargo, los objetivos civiles, propios del trabajo de los terroristas, no aparecen en el radar de estos grupos criminales. Suena desproporcionado, entonces, un entrenamiento de tal calado para realizar acciones tan concretas.
Los documentos a los que tuvo acceso Doris sólo hablan de narcotraficantes, no se refieren a guerrilleros mexicanos, los otros potenciales interesados en conocer a fondo el uso de una tecnología militar que, sin embargo, está totalmente fuera de su alcance, por su alto costo y por la dificultad para su trasiego.
Tampoco en este caso se cumple la hipótesis del trabajo terrorista, pues, en estricto sentido, nuestros movimientos armados, si bien pretenden causar bajas a los representantes armados de la burguesía y daños económicos a la oligarquía –como en las explosiones a los ductos de Pemex del año pasado-, no buscan imponer el terror a la sociedad matando civiles.
Ni en uno ni en otro caso el uso de la violencia se justifica y son indudables focos rojos de la agenda de riesgos de la seguridad nacional; pero justo es decir que el terrorismo, como tal, no ha aparecido todavía en nuestras calles. No somos inmunes a ella y cualquier día un loco fundamentalista enojado, de cualquier signo político, criminal o guerrillero pudiera poner un artefacto en un lugar público para matar inocentes y mandar “su” mensaje, lo que sería un paso atroz.
Aun así, fuera de especulaciones y regresando a los datos duros, ¿por qué señalar sólo a Irán y a Venezuela como patrocinadores de terroristas, cuando hay pruebas más contundentes del entrenamiento que hacen israelíes de policías de todo el mundo que se los pida, capacitándoles en las más torcidas técnicas de tortura?
También del otro lado del espectro ideológico, del de los palestinos, se sabe con certeza que Hezbollah ha llegado a entrenar terroristas y mercenarios en Sudamérica, y contra ellos nos hay acusación evidente.
Lo de los cárteles mexicanos e Irán me suena más a propaganda.

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