viernes, 5 de febrero de 2010

Anarquismo: ¿El caos hará el orden?

27-enero-2009
Cayó en mis manos el primer periódico mensual del Frente Anarquista Revolucionario (FAR) de Chile, fechado en este mes de enero de 2009. Edición rústica de 8 páginas que reitera el ideario anarquista del grupo, explica sus incipientes pasos por la radio clandestina, su apoyo a la independencia del pueblo mapuche, una fotogalería de los muertos en la franja de Gaza, el editorial de un periódico anarquista chileno de 1898 y una didáctica receta para elaborar bombas caseras de mecha lenta, siempre y cuando se pueda conseguir nitrato de potasio.
Hemos seguido a este grupo que dice haber sido fundado a mediados de 2007, ya que durante el año pasado realizó media docena de detonaciones menores en sucursales bancarias chilenas, en el subterráneo de Santiago y en algún edificio del gobierno español.
En su editorial de presentación dicen:
“Somos una agrupación anarquista que nos organizamos horizontalmente mediante la práctica del insurreccionalismo. (…). No somos plataformistas ni sintetistas, nos organizamos de manera libre y espontánea, basados en los principios de libertad invidual, apoyo mutuo, y autogestión, en donde respetamos y combinamos la opinión de todos/as nosotros/as. Decidimos actuar y trabajar clandestinamente para así cuidar la integridad física de todos/as, y nuestros círculos más cercanos. (…) Nosotros/as, en cambio, apostamos por una organización insurreccionalista permanente (…)”.
“Desde el FAR abogamos por la extensión de la lucha antiestatal mediante la desmitificación de fechas combativas como la consabida y fechas como el 11 de septiembre. ¿Por qué no cortar una calle y enfrentarse con los/as pacos/as (policías) o colocar una bomba, por ejemplo, el día del asesinato de Jhony Cariqueo (anarquista detenido y torturado por la policía chilena el 29 de marzo de 2008)? Muchos compañeros/as ya han adoptado esta perspectiva, desde las trincheras de las tomas en las universidades y desde las explosiones de las bombas puestas en lugares estratégicos por diversos grupos informales de afinidad insurreccionalista.
Y firman: “¡A construir la insurrección destruyendo todo lo que nos impide ser libres!, ¡El caos hará el orden!, ¡Destruir para construir!”.
Durante 2008 vimos fenómenos anarquistas en ascenso. En México, la presencia de las Milicias Insurgentes Ricardo Flores Magón, de las Fuerzas de Liberación Animal, la Celula eco-anarquista por el ataque directo que atentó contra los trabajos de la Línea 12 del Metro, Los Alebrijes de la APPO de Oaxaca, y los que realizaron saqueos en el DF durante la marcha conmemorativa del 2 de octubre.
Más espectaculares fueron los motines de resistencia de los anarquistas griegos, que tuvieron en jaque a ese país y que fueron el emblema de una lucha antisistémica y anti neoliberal, que tiene presencia en todo el mundo.
Reflexionando con amigos como el analista Jorge Lofredo sobre estos grupos, en particular sobre las FAR de Chile, me advierten que su discurso dominante parece ser el del anarcoindividualismo, emparentado con aquellos viejas corrientes de socialistas utópicos, pero que se alejan todavía más del comunismo en tanto que el anarcoindividualismo incide más en la idea de revolución de las conciencias individuales que en la de revolución social colectiva, si bien no niega la última supone que cualquier cambio social sustancial proviene predominantemente del cambio individual, eso ha tenido como consecuencia el énfasis dado por ellos a la creación de escuelas racionalistas. El anarquismo individualista es una perspectiva socio-filosófica más que un modelo político completo o cerrado.
El gurú de esta corriente es Max Stirner, quien en su momento se aleja de Marx y Engels y postulaba: yo baso mi causa sobre Nada. Yo, el Unico, el que puedo ser superior al sistema. Yo me erijo sobre mi mismo y sobre los demás. Y acciono en consecuencia porque soy un Yo Liberado”.
En su momento he manifestado mi rechazo a la violencia anarquista, guiada por un propósito ideológico, sí, pero con una dispersión y aleatoriedad que parecieran condenarla a lo futil, a lo estéril. Que cumple con el desahogo de la rabia del indignado, pero no con algo más trascendente como podría ser el cambio social organizado.
No me da confianza la idea de destruir por destruir sin que se proponga algo nuevo, algo tangible con qué sustituir al viejo orden. Lofredo me dice con lucidez: el nervio motor del anarquismo es lo irrealizable de sus fines. ¿Será?

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