14-mayo-2009
El Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) es un claro ejemplo de guerrilla de autodefensa, animada más por el enfrentamiento con fuerzas políticas, económicas y caciquiles locales, y menos empujada a las armas por imperativos ideológicos o antisistémicos que, sin estar ausentes, no son el primer objetivo del grupo.
Esta idea se refuerza al leer las versiones de la conferencia de prensa que concedió un pelotón de “erpistas” a medios guerrerenses y que fue publicado el martes cuando menos por La Jornada de Guerrero, El Sur de Acapulco y Expresión Popular. La presidió el comandante Ramiro, quien sería Omar Guerrero Solís, un guerrillero que escapó de la cárcel en el año 2001 y se reintegró a las armas.
Las reivindicaciones de lucha son de un inmediatismo evidente: denuncia de atrocidades cometidas por el gobernador Zeferino Torreblanca, quien estaría apoyando a narcotraficantes y caciques locales, como Rogaciano Alba y Rubén Figueroa; acusaciones directas contra el director de la Policía Investigadora Ministerial (PIM) Erit Montufar Mendoza, a quien responsabilizan de encabezar un grupo de delincuentes en la Tierra Caliente del estado en contubernio con militares; así como denuncias de corrupción al interior del penal de Acapulco.
La entrevista transcurre con recurrentes menciones de personas ligadas a talamontes, narcotraficantes y torturadores de Guerrero. Habla, por ejemplo, de grupos paramilitares “que encabezan los hermanos Juan Carlos, Guadalupe y Gerardo Villa Villalobos; así como Ismael Serrano”. Señaló como represores ligados a narcos y al gobierno estatal a “Roberto Salto, ex miembro de la Policía Federal; José Espinosa, Carlos Lagunas y el Chuyo Lagunas que murió siendo jefe; Isabel Santiago, José Rauda, Ismael Serrano, Daniel Bautista García, Marcelino Acosta Ávila, la mayoría gente cercana Rogaciano Alba que han cometido muchas muertes protegidos por el actual gobierno estatal y federal”.
Hay párrafos en los que el discurso de Guerrero Solís remite a Lucio Cabañas o a Genaro Vázquez, 30 años después, testimoniando que nada ha cambiado en las condiciones de vida de la gente: “Desde que me fugué de la cárcel, hace ya cuatro años me he refugiado en la sierra de Guerrero, y creo que hemos visitado la mayoría de las comunidades de la sierra, la gente nos conoce, sabe quiénes somos, si llegamos a un pueblo y la gente está haciendo su carretera, o está sembrando, nosotros les ayudamos, y de eso hay cientos de testimonios.
“La mayoría de los jóvenes que vienen a la columna es porque en sus comunidades están amenazados de muerte, sabemos que hay planes en el gobierno para asesinar a la gente que baja de la sierra; los paramilitares ajustician a los campesinos que llevan huaraches y los acusan de ser del ERPI, eso les decían gente como Serafín Alegre, y Sergio Alegre”.
El comandante Ramiro, afirman las crónicas, llegó con el rostro tapado por un pañuelo, casaca camuflada, pantalón cargo verde, botas negras, pistola calibre .45 milímetros al cinto y en sus manos un rifle Ak-47 de fabricación china con cargador de 60 tiros. Dice tener 33 años y haberse incorporado al Partido de los Pobres (Pdlp) en 1990, cuando tenía 14 años, poco antes de convertirse en Procup.
“Ahora llevo más de cuatro años recorriendo nuevamente las comunidades del estado de Guerrero, principalmente las de la sierra que comprende todos los municipios de la Tierra Caliente y la Costa Grande.
“Ahora a nosotros nos dicen que somos asesinos y bandidos, pero no nos preocupa lo que diga el gobierno, una cosa es lo que digan desde sus oficinas y la otra lo que sucede en la realidad, en lugares como aquí, en la sierra. En esos pueblos cada día crece la inconformidad porque el gobierno no les hace ningún beneficio, sólo va a cometer injusticias y cómo quiere que no nos inconformemos, si todo esto nos provoca un nudo en la garganta”.
Autodefensa con un cierto aire de caudillismo es lo que se percibe. El ERPI se escindió del EPR en 1997, por considerar rígida y muy ideológica a la dirección militar, cuando la base campesina tenía reivindicaciones muy concretas, enemigos nada abstractos y poca participación en las decisiones del grupo.
Los comandantes Antonio y Aurora asumieron la dirección de la nueva guerrilla hasta 1999 cuando fueron detenidos. Se pensaba que al caer su dirigencia quedaba descabezado, pero se pudo reagrupar, bajo la guía de varios líderes visibles, algunos míticos, casi de leyenda, como Pascual Monje Solís, y otros propios del relevo generacional, como Omar Guerrero.
En Guerrero, las condiciones para estallidos sociales siguen presentes y después de esta entrevista, todo parece indicar que se seguirá a la caza del ERPI.
viernes, 5 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario