Jacobo Silva, ex comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y ex preso político acaba de explicar en Oaxaca la diferencia entre su visión de la guerrilla en el México del siglo XXI y la del resto de organizaciones que componen el movimiento armado socialista mexicano.
De acuerdo con información del portal Kaos en la Red, en una plática que concedió ayer en las instalaciones de la Sección 22 del magisterio oaxaqueño Silva Nogales dijo que “la lucha armada se justifica donde quiera que haya represión y que no se respete la voluntad popular, donde se haga fraude a quienes optan por la lucha legal“.
“Sin embargo, remarcó que la lucha armada tradicional, con la visión que plantearon las guerrillas de los años 70 y 60, ya no es válida y agregó que la propuesta que él y su compañera y ex guerrillera Gloria Arenas proponen es la del poder popular, la que no valida la necesidad de una vanguardia, la que habla de funcionar de forma horizontal, de tomar el poder para generar los cambios radicales en la sociedad.
El ex guerrillero teorizó al señalar que para él existen cuatro formas de lucha social:
1.-La primera, dijo, es la de la lucha armada desde la visión tradicional que se usó desde los años sesenta en América Latina, con una vanguardia militar.
2.-La segunda es la lucha armada pero desde la visión de lo que llamamos el poder popular, que otros llaman autonomista. Es la que concibe la lucha desde la consigna zapatista de “mandar obedeciendo”.
3.- Dentro de la lucha electoral está la vía de los partidos políticos con una visión de socialdemocracia que no busca un cambio radical sino un cambio político superficial. Donde participarían el PRD y aun AMLO y su movimiento.
4.-La última opción es la de la toma del poder para una transformación radical y profunda, al menos como planteamiento, que se efectúa en Sudamérica. Aunque la nota original no aclara si el ex guerrillero se refiere a los casos de los gobiernos de Evo Morales y Hugo Chávez, o a movimientos insurgentes de nuevo corte.
Jacobo se dijo partidario del poder popular, que “espera la toma del poder para realizar los cambios, sino que hay que hacerlos desde el proceso de la lucha“ y no depende de un partido político o un grupo compacto de dirigentes para llevarla a cabo.
Mencionó que la propuesta de poder popular la encontraron él y su compañera Gloria Arenas durante su militancia en el ERPI, pues “la necesidad misma nos va obligando, porque al llegar a la población campesina e indígena, conocimos esa forma de relacionarse entre los pueblos indígenas y nos obligó a modificar la concepción, porque se trataba de ya no llegar a ordenar, de no llegar con la propuesta acabada sino a consultar a la población y a actuar conforme esa gente deseaba actuar”.
“La necesidad de incorporar a grandes sectores de la población fue lo que también nos hizo cambiar y creo que para bien porque fue entonces que tuvimos más presencia y nuestra seguridad estuvo garantizada en el monte”, dijo Jacobo Silva.
Aquí es claro su rompimiento con el Ejército Popular Revolucionario (EPR) que sí reivindica un proceder de guerrilla tradicional, donde es una vanguardia política y militar la que va dictando la línea de la lucha, con la idea de ir haciendo pueblo, acumulando fuerzas y sumando a la población a su ideario hasta ir modificando la relación de fuerzas con el Estado e ir pasando de una guerra de posiciones a una de movimientos, que es la base de la Guerra Popular Prolongada.
Aquí está la clave de la ruptura del comité estatal guerrerense del EPR, al que pertenecían Jacobo y Gloria, con el mando central eperrista. Buscaron una organización que se relacionara horizontalmente con el pueblo y no una que estuviera articulada de manera vertical. Fundaron el ERPI.
Tan opuestas formas de concebir la lucha armada pareciera propio de un prurito academicista, pero en realidad explica que las divisiones al interior de los movimientos radicales mexicanos no son menores, y les han impedido sumar un frente guerrillero unido.
De un lado están los que quieren primero tomar el poder y luego instaurar el socialismo y la justicia social, y otros que buscan ir haciendo la revolución desde abajo, aun cuando no hayan entrado a una fase armada franca, transformando conciencias y tomando decisiones de manera colectiva y, hasta donde se pueda, mucho más democráticas y auténticas del sentir popular.
Si a eso se agrega que otros grupos subversivos, como los anarquistas, por ejemplo, no buscan tomar el poder sino diluirlo en favor de una propuesta radicalmente libertaria, entonces estamos frente a un mosaico de proyectos de nación, a cual más de diverso que hacen de la radicalidad mexicana de 2010 más un anhelo que un logro.
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