viernes, 5 de febrero de 2010

Tello Peón, fiesta sin memoria

07-abril-2009
Sergio Aguayo rescató para bien una poco común entrevista con Jorge Tello Peón, el nuevo Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) y gurú de la inteligencia mexicana, que le realizara en febrero pasado Luis Herrera Lazo, a propósito de los 20 años de existencia del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), que sirve para entender algunos de los resortes anímicos de este polémico personaje, a quien cercanos definen como un “ajedrecista de manos sudorosas” (El Universal, 28/oct/08).
Todo el texto es laudatorio de los avances en materia de inteligencia en el país, como en una constante línea ascendente desde 1989 en que se crea para darle rango científico a la investigación mexicana, después de primitivas experiencias con la Dirección Federal de Seguridad de Nazar Haro, Gutiérrez Barrios o Luis de la Barreda, a quienes, sin embargo, dice respetar y admirar como los padres fundadores de una forma de hacer inteligencia.
Luego de declararse un apasionado del anonimato, festina que con su generación hayan llegado los tiempos de la ciencia aplicada a la preservación de la seguridad nacional, que en el mundo ciertamente tiene bases teóricas, herramientas y manuales para la recolección, análisis e interpretación de datos, al servicio de la protección de las naciones.
Revela una historia poco conocida y que es tal vez el antecedente más lejano de borrador de Cisen:
“La primera vez que escribí un texto en temas de inteligencia fue cuando mi jefe, Jorge Carrillo Olea, Director de Astilleros Unidos de Veracruz, me pidió hacer un ejercicio para armar un sistema de información a efecto de que los directores de los astilleros no le contaran cuentos chinos y le dijeran realmente lo que estaba sucediendo en la empresa. El documento se llamaba Aproximación a un Sistema de Información para Control de Gestión. Algo me decía que ese documento no era para astilleros pues estaba por terminar el sexenio. Las reflexiones sobre la articulación y la estructuración del CISEN las debimos haber iniciado en 1983. Primero en gran sigilo, en secrecía prácticamente, porque esto significaba la desaparición de Dirección Federal de Seguridad y la transformación de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales”.
Antecedente que, por cierto, se liga con su historia reciente. Tello es, hasta la fecha, un experto en lo que se denomina “inteligencia competitiva”, que es la aplicación de herramientas de análisis de seguridad nacional pero al servicio de las empresas privadas, para analizar mercados, inversiones y coyunturas mundiales que le permitan construir una prospectiva del mercado y del comportamiento de las empresas competidoras. Es lo que hizo en Cemex muchos años, cuando muchos creían que se dedicaba a atender los sistemas de seguridad de las puertas o a los guaruras de la empresa.
Tello se dice satisfecho de los logros del Cisen en estas dos décadas y deja implícito que el narcotráfico es la mayor amenaza para la seguridad nacional en estos tiempos; no menciona a las guerrillas, ni a otros factores de la agenda de riesgos nacional que le toca encabezar en estos momentos.
Sin embargo, Tello elude el análisis de las consideraciones morales y políticas del Centro. Al reivindicarse como heredero de Nazar y Gutiérrez Barrios elude cuestionar sus métodos y por lo tanto los avala: tortura, represión, espionaje fuera del marco de la ley, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, asesinatos.
Tampoco hay ni asomo de autocrítica al uso político del aparato de espionaje estatal para fines políticos de coyuntura, por mencionar sólo un vicio extendido y sabido de nuestro sistema de vigilancia social y política.
No habla de sus limitaciones, vicios o excesos actuales, como si no los tuviera. Como si se hubiera pasado, en estos 20 años, de la noche al día.
Entiendo su orgullo por la profesionalización de métodos,recursos humanos y tecnológicos para hacer inteligencia como en países del primer mundo, pero a nivel histórico y simbólico no hace la necesaria autocrítica que en verdad permitiría considerar al Cisen una dependencia que coadyuve al avance democrático del país al romper con su pasado. La suya es una fiesta sin memoria.

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