10-septiembre-2009
Al participar la semana pasada en un programa de televisión colombiano (Zoom a la Noticia, de Radio Cadena Nacional), muchas de las preguntas del conductor dirigidas hacia analistas de seguridad nacional de su país, y a mi, en calidad de periodista mexicano, giraron en torno a por qué si Estados Unidos ha invertido tanto en México (sic), vía la Iniciativa Mérida (IM), los índices de violencia relacionados con el narcotráfico siguen en aumento y si pensábamos que México alcanzaría los grados de violencia de la Colombia de los años 80.
Ello en el contexto de que esa mañana habían sido ejecutadas 18 personas dentro de un Centro de Rehabilitación de Drogas de Ciudad Juárez.
Alguno de los presentes mencionó que todo era porque los mexicanos somos muy corruptos y seguramente ese dinero no se ha aplicado para lo que se debe. Uno más hizo alusión muy vaga a que nuestra situación geográfica nos hace estar más cerca que Colombia del mercado más grande de estupefaciantes del mundo y eso agudiza los pleitos entre carteles por las plazas en territorio mexicano. Otro dijo que Calderón ha sido ingenuo por tratar de hacer frente al narco él solo, léase sin ayuda de agentes gringos en territorio nacional.
Me tocó hacer el incómodo trabajo de explicar la lucha antidrogas en México, en lo que por algunos momentos parecía ser una apología del gobierno. Primero explicar que los recursos estadounidenses han fluido poco a poco y que éstos son en especie, no es dinero en efectivo. Y que por su monto parecen estar más destinados a ser ayuda condicionada a la compra de nuestra lealtad hacia su programa antiterrorista hemisférico, cosa que Calderón ha hecho de manera incondicional.
Que en honor a la verdad de momento no sabemos que alguien se haya robado un tanque o un helicóptero, o una red de comunicación para el Cisen. Y que la ley no permite participación de agentes extranjeros armados en suelo patrio (cuando menos en teoría).
También, que la lucha contra las drogas no se puede concebir sólo como el uso de la fuerza bruta, el puro músculo, sin inteligencia y sin cerebro.
Que así se invirtieran seis, diez o veinte veces el monto de la IM, si tal esfuero no va a acompañado de inteligencia civil y militar, pero sobre todo del rompimiento de las redes de complicidad tejidas dentro de los órganos policiacos, militares y gubernamentales del país difícilmente se podrá avanzar.
El espionaje mexicano suele hacerse contra opositores al régimen y no a los criminales. Sólo hasta que se les ha puesto vigilancia en serio han comenzado a caer piezas importantes, como ha sucedido con La Familia Michoacana, exhaustivamente radiografiada por la policía y el Ejército, pero a la que no se le había podido detener por la protección de autoridades municipales y estatales de aquella entidad.
El año pasado se dio a conocer la Operaciónn Limpieza en PGR, por la cual cayeron altos funcionarios de esa dependencia que hacían funciones de enlace con cárteles de la droga. Esta misma semana se detuvo a policías judiciales del DF al servicio de los Beltrán Leyva. Así, con el enemigo en casa, será difícil tener avances.
Que los muertos en esta lucha han sido fundamentalmente integrantes de las propias bandas de narcotraficantes, con crecientes bajas de agentes federales, municipales y militares. Que los turistas que vienen al país no corren riesgo potencial de ser víctimas de la violencia del narco, salvo que se metan por iniciativa propia en lugares de dudosa seguridad (hay gringos que aparecen muertos en “picaderos” de Tijuana o Ciudad Juárez y así ni cómo ayudarlos)
Que a mi parecer la cifra de bajas en esta guerra ya equivale, cuantitativamente, a la de Colombia en sus peores años, con la diferencia de que allá hubo más actos de terrorismo que afectaron a más civiles inocentes que aquí, donde sólo se ha registado un solo acto de narcoterrorismo, hace un año, en el zócalo de Morelia, durante la ceremonia del Grito.
Que tampoco se avanzará mucho si no se abate el consumo de drogas del lado estadounidense y que es la clave para romper el circuito económico de la droga, que obedece a la ley de oferta y demanda. Que así encarceláramos a todos los actuales capos de los cárteles mexicanos, si la demanda continúa, siempre habrá alguien dispuesto a satisfacer su mercado.
Que en tanto fenómeno económico y financiero, el seguimiento del lavado del dinero es vital, lo que no se ha hecho puntualmente ni en México y mucho menos en Estados Unidos, donde droga y dinero se diluyen por igual en las venas y bancos sin que nadie sepa nada.
Que el problema, en sentido económico, es multinacional, y que México no es una isla que pueda erradicar al narcortráfico dentro de su territorio e manera unilateral, porque el problema abarca continentes enteros.
Finalmente, que es falso que la droga ha sido erradicada de Colombia, que siguen existiendo poderosas organizaciones, como el cártel del Norte del Valle, por ejemplo; que ciertamente ya no son los reyes –para eso están los mexicanos-, pero que tampoco pueden cantar victoria o sentirse un caso de éxito, porque si bien ya no existen los grandes cárteles de Medellin y Bogotá, ahora hay otros, más pequeños pero igual de poderosos y multinacionales, con control territorial vía las FARC, con ligas en Perú, y contactos en México, Europa y África.
Todo para que al final de mi intervención el conductor me preguntara: “Sí, bueno, pero ¿usted cree que la Iniciativa Mérida ayudará a acabar con el narco en su país?”. Ya no contesté.
viernes, 5 de febrero de 2010
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