viernes, 5 de febrero de 2010

Guerra de guerrillas talibán

09-octubre-2008
Cuando parece que la guerra de guerrillas es un concepto teórico, propio de clases de historia o de algunos románticos resquicios sociales latinoamericanos, las noticias que llegan de Asia nos revelan que está siendo utilizada con bastante éxito por la milicia neo-talibán de Afganistán, en su lucha contra Estados Unidos y las fuerzas de la OTAN, en una cruenta guerra en la frontera afgano-paquistaní.
Un análisis publicado en la versión inglesa de Le Monde Diplomatique, de este mes de octubre, describe cómo las silvestres guerrillas afganas se unieron a veteranos ex combatientes por la liberación de Cachemira y éstos a su vez con la franquicia local de Al Qaeda (probablemente el círculo más cercano a Osama bin Laden), integrando un amasijo de fanáticos musulmanes, organizados en grupos irregulares de lucha guiados por las enseñanzas del vietnamita Vo Nguyen Giap, experto en enfrentar poderosos y fuertes enemigos coloniales, y derrotarlos con más ingenio que poder de fuego.
La conclusión del texto es que pese a las experiencias de los años sesenta y setenta, ni Estados Unidos ni sus fuerzas aliadas de la OTAN aprendieron nada. No saben cómo combatir a un enemigo infinitamente inferior, que les cambia los frentes de guerra y la forma de accionar constantemente, que les causa muchas bajas humanas, los sorprende con ataques terroristas en lugares públicos y que, para colmo, ya logró cortarles su ruta de suministros en la afgana provincia de Nangarhar y en el área tribal paquistaní de Khyber.
La respuesta de los poderosos ha sido indiscriminada. Desquiciaron el poder político de Paquistán, abandonaron su quirúrgica búsqueda de bin Laden y ahora atacan sin ton ni son a la población civil, lo que ha generado un éxodo humano sin control y una crisis humanitaria de enormes proporciones. Ayer el diario español El País hablaba de cuando menos 300 mil paquistaníes de la frontera con Afganistán que huían de la guerra, pero también de sus casas y de su tierra.
Los guerrilleros llevaron a cabo una ofensiva este verano de franca guerra abierta, que había sido precedida de una guerra de guerrillas clásica en la parte rural de la frontera entre ambas naciones, pero que después fue continuada con ataques terroristas urbanos sueltos pero demoledores, tanto en Kabul como en Islamabad. El 20 de septiembre pasado, en esta última capital, detonaron un explosivo en el hotel Marriot, matando a 60 personas.
Si bien estos ataques a población civil abierta son terrorismo puro, la concepción general de la estrategia militar talibán tiene las bases de una guerra flexible, irregular y asimétrica donde caben todas las combinaciones posibles: despliegue de las fuerzas políticas de masas con las fuerzas militares y la transformación de unas en otras; guerrillas y milicias locales con tropas regulares; guerra de guerrillas con insurrecciones urbanas; guerra de movimientos y de posiciones, con insurrecciones generales; guerra de liberación nacional con cruzada religiosa.
A diferencia de lo que pasa en otras guerras de liberación en el mundo o de las guerrillas clásicas pro-socialistas, aquí el elemento religioso es una variante explosiva y determinante de la lucha.
En el islam, lo religioso y lo político forman parte de la misma cosa. Estos grupos neo-talibanes inscriben su guerra en la llamada “Batalla del Fin de los Tiempos”, anunciada por el Profeta en el Corán, donde el primer objetivo es expulsar al invasor occidental de Pakistán e Irak, y luego liberar Palestina, lo que preparará el terreno para la llegada del Mahdi, o Mesías, en suelo liberado y musulmán.
Las batallas puramente religiosas, como asegura Mark Juergensmeyer, catedrático de Estudios Religiosos en la Universidad de California en Santa Bárbara son medidas en tiempo divino y con recompensas celestiales, por lo que no es necesario ceder en cuanto a las propias metas. No hay necesidad, tampoco, de competir con las leyes y limitaciones de la sociedad cuando se obedece a una autoridad superior. Así, al espiritualizar la violencia, la religión otorga al recurso a la violencia un poder extraordinario.
“Esto es lo que hace que las guerras religiosas sean tan difíciles de combatir. No se permite transigir con el enemigo; la rendición no es opción. Las recompensas para los luchadores por la causa son transtemporales, y los plazos de su lucha, enormes. La mayoría de los combates sociales y políticos persiguen lograr conclusiones antes de la muerte de sus participantes, pero las luchas religiosas pueden abarcar varias generaciones antes de alcanzar sus fines”.
Esto lleva a que un conflicto como el que comentamos sea un diálogo de sordos y un duelo de irracionalidades. El Islam radical no actúa bajo la lógica espacial y temporal de sus enemigos, y a éstos (EU, OTAN) tampoco les interesa entender las motivaciones de lucha de sus contrarios, ya que lo que a ellos importa es avasallar a los terroristas e imponer su lógica, que no es otra que la del mercado, que es lo que anima, a fin de cuentas todas sus aventuras bélicas en el mundo.

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