viernes, 5 de febrero de 2010

AMLO y la guerrilla

17-abril-2008
¿AMLO y la guerrilla? No. Son dos cosas distintas. De hecho, a la izquierda de Andrés Manuel hay mucha más izquierda, muchos más matices, más radicalización. Creo infundados los temores de que la oposición a la reforma energética devenga en una revolución social.
Lo que sí me parece, no sé tu qué opines, es que el movimiento lopezobradorista está llegando a la misma disyuntiva del cardenismo en 1988: sacar o no a la gente a la calle, con todos los riesgos que implica y lo delicado de abrir la puerta a una violencia que no se sabe si se podrá controlar el día de mañana.
Conforme Andrés Manuel López Obrador ha radicalizado sus acciones, un sector duro de sus simpatizantes alberga la esperanza de que ésta sea la punta de lanza de un llamado a la rebelión ciudadana, a la revuelta callejera y a la insurgencia social, a contracorriente de lo que ha afirmado el propio Andrés Manuel, de que su movimiento es pacífico y sobre todo responsable.
Ya vimos que quienes hacen el blog, El Sendero del Peje le reclamaron no ir más adelante en sus movilizaciones y otros militantes le mandan mensajes de que ahora que ha iniciado la resistencia no la puede dejar interrumpida “o todos lo condenarán”.
Pienso que AMLO no está dispuesto a irse a las armas ni a sacrificar la vida de sus seguidores. Su posición ideológica dista mucho del marxismo clásico que exige revolución armada para el cambio social.
Es más, los propios radicales de izquierda no ven en el movimiento lopezobradorista un aliado, sino una forma de lucha a la que califican despectivamente de “electorera”, si acaso socialdemócrata y nacionalista.
Reproduzco algo que nos dijo en entrevista Jacobo Silva Nogales, ex dirigente principal del ERPI, a propósito del liderazgo de AMLO, que no es muy diferente de la expuesta por otros grupos armados:
“El movimiento revolucionario, incluido el EZLN, el ERPI, el EPR y otros grupos, permanecen al margen de los procesos electorales y cómo no habrían de hacerlo si la transformación que hasta el momento ofrece la supuesta izquierda electoral es tan limitada que de haberse dado su triunfo electoral el nuevo gobierno habría terminado por convertirse en uno bastante parecido al de los priistas”.
Su esposa, Gloria Arenas, también dirigente del ERPI, rechazó el liderazgo, pero retomó como positivo el movimiento: “AMLO y el PRD no son de izquierda. El PRD se ha constituido como una estructura de Estado, como parte del sistema de partidos con el que se ejerce el poder en México, por lo que es un error señalarlo como de izquierda. Sin embargo, esto no quiere decir que esa parte del pueblo que votó por el PRD con la esperanza de verdaderamente lograr un cambio, y que creyó en esta opción, sean de derecha.”
Fíjate, el EZLN hace tiempo que expresó su distancia del perredismo y sus líderes, incluido AMLO, en el que ven sólo un instrumento más de la agresión del Estado hacia a su causa. No sólo eso, los zapatistas jugaron abiertamente en contra del PRD en las elecciones presidenciales de hace dos años, y sus respectivos militantes chocan entre sí cada vez que se encuentran.
La APPO, ubicada en pleno terreno de la radicalidad política, también se negó a que López Obrador encabezara marchas en Oaxaca, en 2006, por no ver en él –dijeron ellos- más que a un oportunista electoral. “Si quiere, que se sume como un simpatizante más, no como dirigente”, y López Obrador no fue.
No sé cómo lo veas, pero yo no anticipo el uso de las armas en el caso del movimiento político de López Obrador, ni lo veo a él como ariete de una presunta unidad de grupos insurgentes. Más bien ya percibo atisbos de contención, pensados más en función de réditos político-electorales que de avance hacia un despeñadero social.
Échale un ojo al artículo del lunes pasado de Manuel Camacho Solís, publicado en la página de Opinión de EL UNIVERSAL, en el que un miembro del grupo cercano a Andrés Manuel, como él, ya plantea los límites de la acción y la urgencia de abrir espacios a la política. Creo por ahí viene la cosa. ¿O no?

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