viernes, 5 de febrero de 2010

Oaxaca y los alebrijes provocadores

27-noviembre-2008
Cuando la violencia no es un medio sino un fin en sí mismo, cualquier movimiento, por noble que sea, tiende a desvirtuarse. ¿A quién, entonces, conviene, que cada marcha o mitin sea acompañado de actos vandálicos y provocaciones sin fin? Sin duda a quienes por diversas razones interesa que la represión se haga presente.
Hace poco platicábamos en este blog sobre la alerta que hay que tener respecto de los provocadores, tanto de los que lo hacen para generar delitos que puedan ser perseguidos por la autoridad, como los de quienes genuinamente traen la idea de que incendiar al país y llevarlo a la insurrección es un paso necesario para la revuelta social.
El martes pasado, la marcha convocada por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) a dos años del desalojo de que fueran objeto del centro de la capital de dicho estado devino en actos de violencia generados por un grupo de muchachos anarquistas, con el rostro cubierto, conocidos como Los alebrijes, quienes hurtaron, apedrearon, insultaron y golpearon todo lo que se les puso enfrente.
Dependen de David Venegas, alias El Alebrije, dirigente de Voces Oaxaqueñas Construyendo la Autonomía y la Libertad (VOCAL), quien representa un grupo enfrentado, dentro de la misma APPO, con la corriente del Frente Popular Revolucionario (FPR).
Una estupenda crónica de Elizabeth Ruiz, del diario local “Noticias”, al que no puede acusársele de pro-gobiernista ni mucho menos partidario del gobernador Ulises Ruiz relata los hechos:
“El despegue de la marcha fue lento pero ameno, hasta las condiciones climatológicas eran benévolas para aquel mar inconforme, que perdió el ‘orden’ a las 11:15 de la mañana. Un grupo de anarquistas encapuchados, confundidos con Los Alebrijes y vándalos de las barricadas, sacaron el spray, globos llenos de pintura y tapizaron el Pitico (una tienda tipo Oxo o Seven Eleven de la región) con pintas amorfas contra el gobierno y a favor de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).
“La manifestación seguía avanzando con ‘regularidad’ y con un poco más de velocidad. El violento grupo, de no más de 50 integrantes, se dirigió hacia Elektra y después a la Coordinación de Tránsito Municipal de Santa Rosa Panzacola. Los punketos, darketos y colados encapuchados, descargaron su furia rompiendo vidrios, puertas y hasta asaltaron una máquina expendedora de refrescos y golosinas.
“Los esfuerzos verbales de los maestros no les hacían ni cosquillas. La adrenalina se les había regado por todo el cuerpo y su hiperactividad los llevó a gritar y correr hacia las oficinas estatales del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ya daban las 11:50 de la mañana, cuando la institución fue atacada con piedras y pintura. De repente, algunos gritos llamaron la atención, eran peatones asustados con un corto circuito provocado por una mala puntería.
“A unos 50 metros, la sucursal de Comex fue saqueada con más de 12 botes de pintura -de 20 litros-, rodillos, botes de pintura en spray, brochas y hasta lijas. Para el medio día, los maestros confiaban que la valla humana que habían instalado frente a la empresa Chedraui, sería suficiente para contener la embestida de los anarquistas”.
El relato continúa por el estilo y finaliza: “Pero las cosas no habían concluido, el pequeño grupo no estaba saciado, pintó la Casa de la Cultura Jurídica del Poder Judicial de la Federación, llegó al Zócalo y quemó publicidad de la obra en construcción del Gobierno del Estado. La megamarcha terminó con un enfrentamiento entre simpatizantes de la APPO, que se acusan mutuamente de traiciones, unos del Frente Popular Revolucionario (FPR), y los otros del grupo VOCAL”.
Hay quienes piensan que los anarquistas, punketos y darketos están en su derecho a la libre manifestación, verbal y física, de sus ideas y frustraciones, ante la violencia oficial que los sataniza y margina. Hasta ahí pudiera ser explicable; sin embargo, en el contexto de la lucha de la APPO, que sus grupos se salgan de control no puede sino beneficiar a sus enemigos.
Y ya puestos en la lógica de quienes usan la violencia con fines revolucionarios, no es lo mismo organizar la lucha armada bajo un manto teórico de estrategia y táctica bien definidas, que robar sin ton ni son botes de pintura, saquear tiendas, golpear empleados y enfrascarse a golpes con los mismos compañeros de marcha, nada de lo cual puede ser visto como progresista.
No en balde las guerrillas de todo el mundo tienden a escoger sus momentos de aparición y repliegue en función de factores objetivos y de un muy meditado operativo táctico que les garantice que sus acciones serán seguras para sus militantes y tendrán un efecto más político que vandálico a los ojos de la ciudadanía, no tanto del Estado, que siempre los verá como subversivos o terroristas.
Imprudentes o ladinos, estos grupos como el de los alebrijes, lejos de ser la vanguardia de la exasperación social, son un buen núcleo de jóvenes manipulables muy útiles para provocar la represión.

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