viernes, 5 de febrero de 2010

Normales rurales y precios de granos

09-septiembre-2008
¿Qué tienen qué ver el mercado de commodities de Chicago con las escuelas normales rurales de México? Mucho, cuando menos para la paz social y la seguridad nacional.
Vamos por partes; ayer la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México difundió un comunicado en el que denuncian que por obra de la Alianza por la Calidad de la Educación, firmada entre Elba Esther Gordillo y Los Pinos, las autoridades de la Escuela Normal Rural Lázaro Cárdenas del Río de Tenería, en el Estado de México están por desconocer los acuerdos de asignación de plazas que beneficiaban a esta escuela, pues ahora las asignaciones se harán por exámenes de oposición. Este amenaza con generar un problema social en dicha comunidad.
Elba Esther ya le declaró la guerra a las Normales Rurales, a las que prefiere ver como escuelas técnicas antes que como semillero de maestros pensantes. El actual no es el primer intento por despolitizar y desactivar el activismo de estos centros formadores de maestros, cada uno de los cuales ha fracasado en el pasado.
Ya hay antecedentes de conflictos entre estudiantes de Normales como la del Mexe, en Hidalgo, y la de Ayotzinapa , en Guerrero, con una larga tradición de lucha social en México. Lucio Cabañas egresó de ésta última en 1963 y se integró a la Juventud Comunista, siendo un líder nato incómodo para las autoridades locales que primero lo desterraron a Durango, y luego lo quisieron matar el 18 de mayo de 1967, en un mitin en Atoyac.
Las 16 escuelas Normales que hay en el país no son un nido de guerrilleros, pero ciertamente son una fuente real de problemas políticos, producto de las condiciones de postración de las comunidades rurales, lo cual se conjuraría con programas igualmente sociales y económicos y no simplemente desapareciendo a las Normales. Esto es tanto como pretender erradicar los efectos y no las causas de los problemas; es matar al niño para acabar con la viruela.
Picarle las costillas al oso de los normalistas equivale a ignorar la historia, a repetir el mismo error y tropezar con la misma piedra del pasado. Nadie puede oponerse a elevar su calidad y excelencia, y por supuesto que se tienen que conciliar las plazas disponibles con la oferta de profesores, pero nadie tampoco puede acabar de un plumazo con una experiencia campesina, heredada de los tiempos del cardenismo, como si no hicieran falta en nuestras comunidades más alejadas.
En las Normales Rurales hace falta un trabajo político que concilie calidad con justicia social, no un manotazo para reprimir a los maestros campesinos.
Por otra parte, la semana pasada llegaron noticias del mercado de commodities de Chicago en el sentido de que los precios internacionales de los granos –lo que afecta a México y a nuestro campo- cayeron en el corto plazo de junio a septiembre de 2008 en los siguientes porcentajes: -8.36% en café; -8.75% en azúcar; -14.63% en algodón; -17.26% en trigo; -23.44% en soya y -28.72% en maíz.
Si tomamos en cuenta lo que dichos productos representan para zonas enteras de productores en Veracruz, Chiapas, Guerrero, Oaxaca y el Bajío de México, entonces tenemos que prender los focos rojos de la paz social, toda vez que el horno no está para bollos en materia de estabilidad política en la nación.
Son previsibles las movilizaciones y protestas derivadas de los problemas económicos que generan esta baja internacional de los granos básicos, pero, al igual de lo que sucede con las Normales Rurales, acá hay que hilar fino para no hacer de un problema global un conflicto político por hambre y carencias en los ya de por sí depauperados estados de la República mexicana que viven todavía del campo.
En el caso del azúcar ya hubo un acuerdo tripartita de apoyo coyuntural al sector azucarero, con recursos públicos por 1,600 millones de pesos y privados por 2,200 millones para mantener a flote al sector, pero no sabemos si alcanzará el dinero para hacer lo mismo en los otros sectores afectados.
Es decir, en ambos casos, el de los normalistas y el de los campesinos, no se trata de acallar protestas y movilizaciones con la fuerza, sino emprender acciones sociales y políticas que desactiven problemas por la vía democrática y participativa. De otra manera se estaría alimentando a los movimientos armados de autodefensa, perpetuando una ominosa espiral de violencia.

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