viernes, 5 de febrero de 2010

El ejemplo de Sendero Luminoso

13-mayo-2008
Ahora que he andado tan recomendador de libros les pido que si les interesan estos temas le den una revisada a “La Cuarta Espada”, escrito por Santiago Roncagliolo, editado por Debate, en el que se intenta hacer un perfil de Abimael Guzmán, “el presidente Gonzalo”, líder de la guerrilla maoísta peruana Sendero Luminoso.
A mi amigo Jorge Lofredo, experto en estos temas, no le gustó, pero yo estoy convencido que a manera de divulgación y como para entrarle al tema no está mal. Sobre todo porque creo que nos sirve de punto de referencia sobre lo que puede pasar cuando la ideología se traduce en dogmatismo, intolerancia y muerte.
Guzmán es un profesor de mente brillante, que como muchos otros de su generación concluyó que el marxismo inevitablemente tenía que imponerse con las armas y, también, que el Perú de la década de los 80 del siglo pasado era el mejor ejemplo de que ya estaban dadas las condiciones para un levantamiento armado; siempre dirigido por el ejército del pueblo, compañero inevitable del partido popular y vanguardia de la revolución.
Es así que Guzmán se va a la clandestinidad y comienza operaciones al sur de Perú, en el departamento de Ayacucho. El hostigamiento a policías y militares es feroz, como su determinación de acabar de una vez por todas con el capitalismo.
La rigidez ideológica sembrada por el “presidente Gonzalo”, llevó a sancionar la disidencia interna en la propia guerrilla, a ser cruento con sus enemigos de clase en esa guerra y a serlo también con aquellos sectores del pueblo peruano que no querían cooperar con los sublevados, lo que dio como resultado un baño de sangre que cobró casi 70 mil vidas. Los atentados con coches bomba y en instalaciones eléctricas eran su especialidad, lo que sembró verdadero terror en la sociedad.
Abimael fue detenido en 1992. Se encuentra preso desde entonces y algunas de sus facciones remanentes todavía operan, pero sin la lucidez ni la agresividad del jefe máximo, que se consideraba a sí mismo como la cuarta espada, la cuarta columna de la izquierda, después del marxismo, el leninismo y el estalinismo.
Para equilibrar opiniones les recomiendo checar vía internet las páginas relativas al ideario de Sendero Luminoso, que todavía andan rondando por ahí, así como sus comités de apoyo, quienes aseguran que no es un grupo fanático.
Por supuesto estoy esquematizando mucho las cosas y reduciéndolas para este espacio. Recomiendo complementar la lectura de ese libro con el “Poder y Protesta Popular”, de Susan Ekcstein, editado pro el Fondo de Cultura Económica, que hace una radiografía muy seria y vasta del Perú en el que operó Sendero Luminoso.
Si le picas en Google tambien te van a salir muchas más reseñas, como la de Letras Libres. O incluso puedes leer de "La Cuarta Espada" su primer capítulo.
Y, por supuesto, la comparación es inevitable. ¿Tenemos una guerrilla así en México? Con ese grado de cerrazón ideológica y de disposición a la sangre, no. Acaso hemos percibido chispazos de esa misma intolerancia por las quejas de los grupos disidentes de las guerrillas actuales, cuyos núcleos dirigentes suelen ser duros, intransigentes, con un concepto de disciplina llevado al extremo.
También sabemos historias de ejecuciones dentro de los armados mexicanos, desde la Liga Comunista 23 de Septiembre, pasando por los grupos remanentes de la guerrilla de Lucio Cabañas, las Fuerzas de Liberación Nacional y más recientemente el propio Ejército Popular Revolucionario.
Nuestros grupos, sin embargo, parecen tener muy claro sus límites con el terrorismo, al procurar que no haya pérdida de vidas humanas y civiles en los que han sido sus ataques más fuertes. Tampoco tenemos registrado hostigamiento a comunidades o poblaciones por parte de grupos armados que pretendan obligar a la gente a sumárseles.
Que no hayamos sufrido en México una desviación militar e ideológica tan grave como la que significó Sendero Luminoso para Perú, no significa que nunca la tengamos. Pues un núcleo duro de dirigentes puede tender a la radicalización y al fanatismo en cualquier momento.
Por eso es preciso desactivar con tiempo, vía la política social y el diálogo cualquier intento de transformar al país por las armas, aunque el EPR diga, como en su comunicado de ayer, que no sirve la vía institucional y que sólo mediante la autodefensa el pueblo puede hacer frente a las agresiones del Estado.

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