viernes, 5 de febrero de 2010

La doctrina del shock

17-septiembre-2009
El golpe de Estado chileno, del 11 de septiembre de 1973, no sólo sirvió para que los gorilas latinoamericanos desplegaran años de terror, guerra sucia, violaciones a los derechos humanos en América Latina, sino para ensayar la aplicación de una doctrina económica draconiana y fundamentalista de derecha, diseñada ideológicamente por Milton Friedman, pero aplicada en Chile por su aventajado alumno José Piñera.
Desde entonces, los “Chicago Boys” han sido expertos en imponer su ideario neoliberal en momentos de crisis. Naomi Klein documenta en su libro “La doctrina del shock” cómo Friedman y discípulos han aprovechado las grandes sacudidas de la historia para surtirle su amarga medicina financiera a naciones enteras, dejando una cauda de pobreza e inequidad económica a su paso.
Amparados en estudios psicológicos, asumen que el ser humano está dispuesto a aceptar soluciones que van en contra de sus propios intereses en momentos de gran confusión, de caos e incertidumbre. Así fue que llegaron de la mano de Pinochet a Chile, a Argentina tras la crisis de la deuda, a Sudáfrica luego de la guerra del “apartheid”, a Europa del Este y a Rusia, tras la caída del Muro de Berlín; en el Estados Unidos de Bush tras los atentados del 11-S y del huracán Katrina que devastó Nueva Orleans.
Se debe estar alerta, porque la crisis económica mundial de 2009 es un escenario propicio para que se repita la historia… aunque ciertamente con matices.
Para empezar, Obama no es Bush. De hecho el triunfo del afroamericano es producto de que el péndulo político se ha alejado de la extrema derecha (no me atrevo decir que se ha ido a la izquierda). La actual batalla por que el Congreso apruebe su proyecto de reforma de salud, para procurar un esquema más inclusivo y menos caro para todos, es una reyerta interesante de cómo los fundamentalistas “friedmanianos” se ven retados por una idea más horizontal de la distribución de la riqueza.
El discurso de esta semana de Obama en Wall Street refrenda una visión más responsable de la conducción económica, apelando a una fuerte regulación del Estado frente a la prueba de que la autorregulación del mercado es un mito y llevó a la quiebra al país.
No es descartable que las protestas racistas que se han desatado en contra del huésped de la Casa Blanca, acusándolo de socialista y hasta de comunista, tengan su origen en los fuertes grupos de presión ideológica de la derecha que están comenzando su ofensiva a favor de preservar intactos sus intereses. Habrá qué ver hasta dónde llegan en su intento por anular a Obama.
En México también tenemos nuestra crisis y nuestros “Chicago Boys”. Una caída del 10% del PIB durante el primer semestre del año es terrible. El drama humano de los desempleados, de las fábricas y comercios cerrados, del menor dinamismo de la economía genera ya incertidumbre, desánimo, indignación social y, en algunos, la idea del estallido social.
Y ante el shock económico, los neoliberales han aparecido: hay empresas que, amparadas en su caída de ingresos, plantean como único camino antes que el cierre o el despido masivo de gente, el recorte de prestaciones laborales, aun cuando las tensiones obrero-patronales se exacerben.
A nivel nacional, ante el caos ¿que se le ocurre proponer a los neoliberales químicamente puros como Agustín Carstens?: en lo inmediato, desempleo y aumento de impuestos; a mediano plazo, reformas radicales en lo fiscal, energía y el trabajo, cada una de las cuales representa la renuncia a la protección laboral, a la soberanía nacional o a la equitativa distribución de la riqueza.
Un modelo de shock clásico, en el que el momento de crisis se antoja idóneo para la imposición de medidas impopulares… aunque, como en Estados Unidos, el entorno social y político no parece ser del todo expedito para los neoliberales.
El paquete económico propuesto por el Ejecutivo federal es tan draconiano que prácticamente ningún sector económico está dispuesto a respaldarlo. Incluso la clase empresarial ha manifestado su disgusto con las pretensiones impositivas inmediatas del gobierno, aunque son promotores de las reformas estructurales de fondo.
El PRI, pieza clave para la aprobación o rechazo de las medidas “friedmanianas” ha manifestado su oposición a la propuesta económica presidencial, pero sabemos que no es un partido confiable y que en cualquier momento puede irse por el camino neoliberal, como lo hizo desde 1982 al 2000.
Movimientos sociales independientes y partidos políticos de oposición aparecen reacios a tomarse la amarga medicina y amenazan con oponerse a cualquier retroceso económico amparados en la grave crisis actual. En este esquema, la ecuación es: a mayor violencia económica del Estado, mayor violencia social.
Todo dependerá del grado de agresividad política y hasta militar con la que el régimen esté dispuesto a imponer su ideario.

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