viernes, 5 de febrero de 2010

EZLN, a 15 años

08-enero-2009
El Año Nuevo de 1994 un grupo armado compuesto por encapuchados con pasamontañas tomó por asaltó San Cristóbal de las Casas, Chiapas, declaró la guerra al gobierno federal mediante el “Manifiesto de la Selva Lacandona”, mató cualquier celebración oficial por la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá e inauguró el año pesadilla para el presidente Carlos Salinas de Gortari.
México estuvo en guerra diez días. Tomados por sorpresa, el Ejército y los servicios de inteligencia recomendaron aplastar a los rebeldes, sin embargo, la opinión pública nacional y la internacional hicieron virtualmente imposible tal determinación. Se pactó una tregua pronto, tras una movilización nacional ciudadana de importancia.
¿Quiénes eran los subversivos? “Indígenas manipulados por extranjeros”, se dijo en un principio. Después se sabría que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) era algo más complejo y menos foráneo.
Estaba compuesto por una peculiar amalgama de guerrilleros de la década de los 70, sacerdotes de la teología de liberación, ex maoístas, académicos universitarios, diáconos locales y comunidades de base indígena que con paciencia habían logrado reunir, a través de los años, los recursos suficientes para financiar un levantamiento armado en una de las zona con más pobreza, injusticia e impunidad de México.
Pronto destacó como vocero el Subcomadante Insurgente Marcos, carismático y comunicativo personaje, de extracción universitaria, no indígena, pero con años de arraigo en las comunidades chiapanecas en rebeldía, que hablaba más como poeta que como el ideólogo de una guerrilla socialista.
Se propiciaron diálogos de paz, con el obispo de San Cristóbal, Samuel Ruiz, como intermediario. Infructuosas pláticas fueron y vinieron. En paralelo, un amplio sector de la opinión pública nacional y de la internacional, comenzó a enamorarse del personaje de Marcos, que lanzaba comunicados justicieros y mordaces “desde algún lugar de la Selva Lacandona”.
Quedaron encantados con el nuevo Che Guevara, que sin un discurso totalitario y usando el internet llamaba la atención sobre el mundo indígena. Activistas de todo el mundo, principalmente europeos, llegaron en masa a Chiapas, para abrevar de la nueva insurgencia indígena.
El zapatismo chipaneco le recordó al país el tema del indigenismo y se convirtió en una de las primeras expresiones activas de rechazo a las políticas neoliberales, que desde 1994 se han multiplicado en el mundo, sobre todo como manifestaciones altermundistas en foros y congresos de organismo financieros internacionales.
El alzamiento del 1 de enero de 1994 significó un fracaso para los aparatos de inteligencia oficial, que fueron radicalmente reestructurados el siguiente sexenio y, de paso, se aumentó en seis veces el gasto militar, para estar pendientes de nuevos brotes insurgentes.
Fue también el punto de partida de un revisionismo periodístico y académico del tema guerrillero mexicano, olvidado por casi dos décadas, que se hizo patente en una súbita fiebre de congresos, seminarios, tesis y libros.
De paso representó un parteaguas para el resto de organizaciones armadas del país, que tuvieron que definirse en torno al EZ y los obligó a replantear estrategias y tácticas. Frente a este nuevo referente, algunos quedaron como viejos aparatos guerrilleros estancados en el comunismo más obsoleto y otros se alinearon ideológicamente con esta propuesta de grupo militar guiado por decisiones tomadas a partir de un amplio consenso de sus bases.
Ya presidente, Ernesto Zedillo intentó de nuevo recuperar territorio chiapaneco y aprehender a la comandancia general del EZLN. Falló. Pactó en San Andrés Larráinzar una iniciativa de Ley de Culturas y Derechos Indígenas que, años después, los partidos políticos abortarían en el Congreso de la Unión.
Los neozapatistas reeditaron hasta en seis ocasiones su Declaración de la Selva Lacandona, convocando a la sociedad civil a solidarizarse en un movimiento surgido “desde abajo y a la izquierda”, con los sectores más desposeídos de la sociedad, con los más olvidados, para construir, dijeron, un país de trabajadores. Rechazaron, no obstante, el papel de vanguardia de la revolución e insistieron en que no buscaban el poder sino dárselo a gente mediante el principio de “mandar obedeciendo”.
Recorrieron el país, visitaron el Congreso de la Unión, fueron a plazas y ciudades. Las convocatorias aglutinaron y volvieron adherentes a grupos marginales, ONG’s de derechos humanos y presos políticos, a otras etnias en rebeldía, ex guerrilleros, punks, minorías sexuales, jóvenes desplazados por el neoliberalismo, altermundistas, estudiantes universitarios, algunos anarquistas, pero tuvieron poco eco en la opinión pública nacional.
Con el tiempo perdieron hasta el apoyo que en un principio les brindó la intelectualidad de izquierda y los partidos políticos. Su radical oposición a entrar al juego político-electoral les quitó seguidores. Muchos perredistas no perdonaron al EZLN por no apoyar a Andrés Manuel López Obrador en las elecciones federales de 2006.
Los inconclusos diálogos de paz entre zapatistas y el gobierno federal no alcanzaron a definir el estatus de los municipios chiapanecos donde se encuentran las comunidades de base de este grupo, lo que permitió que el EZ creara sus propias formas de autogobierno, agrupadas en municipios denominados “Caracoles”, gobernados por las llamadas Juntas de Buen Gobierno, que son experimentos de democracia radical, comunitaria y participativa, donde todos gobiernan, con resultados todavía desiguales.
Se dice que ya no son una guerrilla; que el movimiento se desinfló; que Marcos está pasado de peso y de moda; que antes movilizaban a miles y hoy sólo a cientos.
En estricto sentido, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional es una guerrilla activa, en estado de tregua latente, que no ha declarado la paz al gobierno federal, que controla un porcentaje del territorio chiapaneco y lleva a cabo un serio experimento de autogobierno en una zona codiciada por grandes intereses transnacionales, puerta de los planes de industrialización mesoamericanos y que concentra la mayor cantidad de efectivos militares desplegados en el país.
Este geopolítico coctel molotov genera tensiones. Padece acoso por parte de grupos paramilitares y tropas regulares que buscan “recuperar” su territorio. Los amagos de conflictos son cotidianos en la zona.
Hoy, el EZLN se parece más a un movimiento social que a una organización armada, pero se encuentra estacionado en dicha metamorfosis, sin dejar de ser lo segundo ni haber acabado de convertirse en lo primero

1 comentario:

  1. Estoy haciendo una investigacion sobre el EZLN y esto me servira de mucho... pero me gustaría que se hablara también de algunos periodistas que comentaron y contribuyeron, soy de Chiapas y me gustaría saber más acerca de ello ya que continuaré investigando.
    gracias

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