9 abril 2015
“¿Has sentido la lluvia ligera caer sobre ti, la cual se transforma
de un momento a otro en una torrencial tormenta que te deja totalmente
empapado?”
Fue así como caímos, como una torrencial tormenta después de aquella ligera llovizna.
La
noche del 9 de abril del presente año, hemos abandonado una carga
explosiva en una concesionaria de autos Ford, ubicada sobre la avenida
Sor Juana esquina con Calle Riva Palacio, a unas cuantas cuadras del
Palacio Municipal de Tlalnepantla, Estado de México. Como de costumbre
las autoridades ocultaron el hecho.
Ya lejos, el artefacto detonó,
violando la paz nocturna civilizada y transgrediendo el silencio
monótono de la urbe. Fue en ese momento de nuevo, que nos reivindicamos
como cazadores nocturnos, como individualistas que no aceptan las
condiciones y la vida que nos impone el sistema tecnológico, y que
actuamos bajo nuestras propias condiciones y términos, sin mediaciones,
sin limitantes, sin consideraciones hacia los demás.
Detonamos el
explosivo en una concesionaria porque repudiamos aquellos medios de
transporte tan nocivos, contaminantes e invasivos como son los
automóviles. Esos pedazos de metal y plástico andantes merecen arder o
ser destruidos al igual que esta civilización y este sistema.
Indudablemente
los automóviles, los teléfonos celulares, los aparatos eléctricos, las
vías de comunicación, etc., forman parte inamovible del progreso
tecnoindustrial, aquel progreso que reduce y empuja a la extinción
artificial a la naturaleza salvaje, por eso nuestro ataque.
Los explosivos seguirán detonando…
Sin importar daños o heridos…
Reacción Salvaje
Grupúsculo Cazador Nocturno
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