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jueves, 2 de abril de 2015

Murió Félix Serdán Nájera, guerrillero jaramillista: 1917-2015


22 febrero 2015


"El Mayor Insurgente Honorario del EZLN Félix Serdán Nájera falleció a la 1:30 de la mañana del 22 de febrero de 2015. Fue velado en el Instituto Cultural Autónomo “Rubén Jaramillo Menes” en Tehuixtla, Morelos, y sepultado en el panteón de Galeana, Morelos, cuna de jaramillistas, al día siguiente."


El mayor Félix Serdán

Por Luis Hernández Navarro


Con 72 años de edad, don Félix Serdán decidió que era indio. Buscó en sus raíces, como se lo sugirió Andrés Segura, capitán mayor del grupo Xinastli, y concluyó que si su abuela Tiburcia Quevedo, de la comunidad de Coatetelco, en Morelos, hablaba náhuatl y se curaba con medicina tradicional, él era indígena.

Ya mucho había caminado don Félix para ese entonces. Nacido el 19 de enero de 1917, apenas 24 horas antes de un combate cercano al paso del río de su pueblo, Galeana, comenzó a luchar, armado, desde los 18 años. Fue el menor de 13 hermanos. Su padre, trabajador rebelde de una hacienda cercana a Zacatepec y revolucionario zapatista, víctima del odio carrancista, gestionó en 1920 la dotación del ejido Galeana.

Don Félix cursó hasta cuarto año en el Instituto Benjamín N. Velasco en Querétaro. En 1933 siguió sus estudios en la colonia Peralvillo, en la ciudad de México, apoyado por Pedro, uno de sus hermanos. Pandillero juvenil, dejó las malas compañías, el tabaco y el alcohol después de una crisis de conciencia.

Conoció al legendario líder Rubén Jaramillo en 1930, cuando éste era ministro de la Iglesia metodista. Su vida estaría marcada por ese encuentro. Seis años después, él mismo entró a un seminario de esa Iglesia, donde estuvo seis meses. Salió de allí decepcionado porque los maestros apoyaban a quienes tenían vocación de oradores aunque su conducta fuera inapropiada. Él no lo era. Se consideró no apto para engañar ni para engañarse y les dijo adiós.

Junto a Jaramillo participó en el paro obrero-campesino del ingenio de Zacatepec en 1942. Un año después se fue al monte con el grupo guerrillero, hasta que fue herido y capturado por el Ejército. Con una máquina de escribir a cuestas, participó en la elaboración del Plan de Cerro Prieto. Sus demandas –explicó– son las mismas que después enarboló el EZLN. Íntegro, rechazó los ofrecimientos de ayuda que le hizo el presidente Manuel Ávila Camacho.

Don Félix promovió la organización del Partido Agrario Obrero Morelense (PAOM) en 1944, que postuló en dos ocasiones a Jaramillo para la gubernatura del estado, y defendió a trabajadores y labriegos.

En 1945 se fue de bracero a Nueva York, pero no quiso seguir trabajando allí. De regreso en México, y sin haber tomado curso alguno en la normal, lo nombraron maestro, primero de escuela unitaria y después jefe de sector. Los maestros –como se lo dijo un policía– son el paño de lágrimas de los campesinos. Él era las dos dos cosas simultáneamente. En 1955 fue par­te del comité de huelga de un paro magisterial en el estado.

Cuando en 1954, perseguido y hostigado por los caciques y el gobierno, Jaramillo se vio obligado a levantarse nuevamente en armas, el maestro Serdán no lo acompañó. Sin embargo, no perdieron el contacto y él estuvo siempre dispuesto a cumplir las tareas que fueran necesarias desde la trinchera civil.

En esos años –cuenta don Félix– Rubén tuvo que andar en una especie de clandestinidad para ayudar a las luchas legales y pacíficas de los pueblos. “Yo –puntualiza– me colocaba dentro de las filas de los pueblos, formaba parte de la resistencia civil.”

El 23 de mayo de 1963 Rubén Jaramillo fue asesinado sanguinaria y traicioneramente por el gobierno. Su cuerpo, el de su esposa Epifania y los de sus hijos fueron encontrados al pie de las ruinas de Xochicalco. Lo sepultaron como se hace con un hombre íntegro, incorruptible, luchador por los derechos del pueblo: con la bandera nacional cubriendo el féretro.

Para Félix vinieron años de exilio. Oculto en la ciudad de México, conoció a José Revueltas, a Othón Salazar, a Rubelio Fernández, a militantes de la Liga Comunista Espartaco. Aprovechó ese tiempo para leer y formarse políticamente. Después de un breve regreso a su pueblo tuvo que refugiarse nuevamente, ahora en Ciudad Juárez.

De regreso en su región fue hecho comunero de Tzompahuacán, en el vecino estado de Puebla, en 1972. Infatigable, comenzó entonces a hacer trabajo político en ejidos y comunidades. En 1980 participó en la fundación de la Unión de Ejidos y Comunidades del Sur de Puebla en 1980. Desafiando a los gatilleros del narcotráfico, en tres años la organización rompió el dominio de los caciques de la región. Lograron acuerdos sobre las tierras, desplazando a los ganaderos.

Como integrante de la Unión de Pueblos de Morelos participó en 1989 en una reunión de pueblos indios, celebrada en el marco de lo que serían las jornadas por los 500 años de resistencia en 1992. Fue en estos afanes que rencontró sus raíces indias y se puso al frente de la lucha de los pueblos originarios.

Cuando en 1994 estalló el levantamiento zapatista, don Félix se sumó jubiloso a la causa rebelde. En abril de ese año viajó a Chiapas para entregar a los mandos un documento llamado Declaración de Morelos, elaborado por varios grupos de la entidad. Allí fue nombrado mayor insurgente honorario del EZLN y pasó revista a 85 combatientes.

Incansable, una y otra vez, el mayor Félix Serdán explicaba a campesinos e indígenas, en foros y reuniones, que es necesario luchar por un cambio profundo del sistema autoritario y criminal del PRI, que es el que permite que se creen fortunas a costa del hambre y la miseria que sufre el pueblo, en beneficio de unas cuantas familias que se hacen millonarias. Ese cambio –insistía– debe empezar por uno mismo, pensando siempre en el beneficio de todos, luchando contra la mentira, la ambición y el egoísmo que impera también en los partidos de oposición.

En El corrido a Rubén Jaramillo, una de las canciones mejor logradas del cantautor José de Molina, se dice: "Tres jinetes en el cielo / cabalgan con mucho brío / esos tres jinetes son: / Che, Zapata y Jaramillo". A ellos se les sumó con 98 años de edad el pasado 21 de febrero el mayor Félix Serdán.

jueves, 21 de febrero de 2013

Paramilitares autorizados Raymundo Riva Palacio (análisis)







Los vacíos que ha dejado la política se están calentando. En Guerrero y Oaxaca, en las zonas donde hace casi 15 años surgió el EPR, brotaron policías comunitarias que están tomando la justicia por propia mano con la bendición gubernamental. Se extendieron a Chiapas, Chihuahua, Jalisco, Michoacán, Morelos y Veracruz, con lo cual las zonas grises de ilegalidad se han extendido como hongos por el país, despertando la alarma de los gobernadores ante el monstruo que les está creciendo en forma de grupos de autodefensa civil.

Uno muy vocal es el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, quien urgió disolver la policía comunitaria que fue auspiciada por las autoridades municipales en Santos Reyes Nopala. Cué tiene razones suficientes para estar alarmado, como las tiene Ángel Heladio Aguirre, gobernador de Guerrero, a quien le brotaron intempestivamente policías comunitarias en 14 municipios. Los dos gobiernan estados de sí convulsos y en permanente rebeldía. Pero en este caso, porque el surgimiento de esos grupos, todos con pasamontañas y pañoletas que les cubren las caras, armados con escopetas -como las de las viejas policías comunitarias- y con armas semiautomáticas -que son reglamentarias del Ejército-, se alimentan de un contexto insurreccional.

Prácticamente en todos los municipios donde aparecieron esos grupos hay una historia reciente con el EPR. En Ayutla, Guerrero, es donde nació esa organización guerrillera en 1996, y en Tixtla, el municipio donde varias de sus comunidades organizaron grupos de autodefensa, se registraron las primeras acciones militares del EPR en ese año. En Nopala, la presencia eperrista ha sido permanente. ¿Significa que las policías comunitarias en esos municipios son guerrilleros embozados? No hay respuesta concluyente, pero si el contexto y la realidad es la lógica dominante, al menos tendrían que ser ramales de la guerrilla.

Las policías comunitarias no son un fenómeno nuevo, pero tenían la sola responsabilidad de coadyuvar con las autoridades, no de sustituirlas. Hoy en día, en varios de esos municipios el territorio pertenece casi a ellos, sin permitir el libre tránsito, que es una violación constitucional, y la libertad de movimiento, llegando incluso al secuestro. De la misma forma como ahora surgen, lo hicieron hace tres lustros, cuando en municipios de Oaxaca y Guerrero se descubrió posteriormente que algunos comandantes de ellas eran realmente comandantes guerrilleros, a quienes empoderaron y armaron.

En Guerrero se han dado a llamar Movimiento Civil de Autodefensa de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado, que encierra el nombre de Unión del Pueblo, que nació como organización guerrillera en los 70 y que en los 80, con el apellido del Partido de los Pobres, fueron parte fundadora del Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP), el germen de donde surgió el EPR. El fenómeno de la guerrilla, sin embargo, no es la única variable que cruza por esos grupos irregulares. Hay poblados en que emergieron, donde la delincuencia organizada es el referente. Cherem, en Michoacán, es el caso más claro, donde la policía comunitaria podría servir no sólo al pueblo, sino también para impedir el paso a una zona de talamontes y narcotraficantes. En ese estado hay municipios tocados por la delincuencia organizada de forma profunda, como Turicato, donde se encuentra Nueva Jerusalén, en donde se descubrieron los primeros vasos comunicantes entre La Familia Michoacana y el EPR.

Los anticuerpos del Estado mexicano, en voz de algunos gobernadores y legisladores, han comenzado a alertar sobre lo pernicioso de la laxitud con la que se está abordando el fenómeno de los grupos de autodefensa civil. La Secretaría de Gobernación insiste que es por la vía de la negociación como piensan resolver esta anomalía. La pasividad, al final de cuentas, es lo que domina, por no pensar peores motivaciones las que animen esa racional de gobierno. Pero al mismo tiempo tienen a su disposición la historia reciente, los actores que conocen de primera mano lo que sucedió en 1996 y el deterioro social y político generado por no saber cómo actuar adecuadamente. Si hoy, por ingenuidad o incompetencia, crean y estimulan grupos paramilitares avalados por el gobierno federal, las consecuencias que de ello resulten serán responsabilidad única del gobierno federal.