Sin hacer mucho ruido, y usando canales de comunicación serios, la semana pasada supimos del primer comunicado de una nueva guerrilla mexicana: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que se autodenomina una escisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR). No sabemos el tamaño del grupo que se separa y si es determinante en el equilibrio de fuerzas eperrista, pero sí revela un estado de cosas que pasan en el México rural e insurgente, que pocas veces es conocido por la opinión pública.
No es la primera escisión que sufre el grupo armado: TDR y ERPI fueron primero. Los escindidos de ahora culpan al EPR de mantener una cerrada postura conservadora de los principios marxistas-leninistas y de ser burócratas revolucionarios. Y hacen acusaciones graves, como que el núcleo duro de militantes del EPR persigue a los disidentes y pretende ejecutarlos; así como de que viven “de manera excéntrica, distinta al pueblo”.
Dan a entender que los dirigentes eperristas son tan cerrados que no hablan el lenguaje de los campesinos, ni pretenden hablarlo. “Los compañeros (que ustedes consideran como de medio pelo), decidimos optar por mantener nuestra línea marxista-leninista bajo un lenguaje acorde al entendimiento de nuestras bases.” Y dicen que “para como están las cosas” en el país no pretenden quedarse cruzados de brazos y que buscan impulsar una verdadera revolución.
Ya se defenderá el EPR, vía epistolar, pero por lo plasmado por estos guerrilleros disidentes se desprenden varias consideraciones: que hay un núcleo duro muy conservador el frente del EPR, que se ha hecho viejo; que en paralelo hay un núcleo campesino con un ánimo de más beligerancia revolucionaria que desea insurreccionarse ya; que tienen un fuerte componente guerrerense, por las referencias al ERPI y a la masacre de Aguas Blancas; que la brecha generacional entre dirigencia y tropa se ha ensanchado con el tiempo y el relevo generacional en la ya vieja guerrilla es probable.
¿Cómo puede esto reflejarse en la cotidianeidad social mexicana? Mediante acciones guerrilleras más espectaculares en los próximos meses, generadas por estos campesinos jóvenes, radicalizados, cansados de ser una guerrilla de papel, muy posiblemente con epicentro en Guerrero, estado al que ya no le falta nada para ser un Estado fallido.
En un mundo globalizado es altamente creíble que las revueltas sociales del mundo, alzadas en contra del neoliberalismo mundial, y aun los anarquistas chilangos que desde el 1 de diciembre pasado no desaprovechan ninguna marcha para descargar lo que llaman su rabia, sean un escaparate y ejemplo envidiable para quienes pretenden cambiar su pobreza atávica por la vía armada.
Esto representará mucho trabajo para los encargados de la seguridad nacional del Estado mexicano en los meses por venir, pero debería ser mucho mayor para los encargados de cerrar la brecha económica y la inequidad social en el país.Mientras eso no se consiga, seguiremos bajo el estigma ya visualizado por Carlos Montemayor, de la guerrilla recurrente, que no ha dejado de existir en el país desde cuando menos 1964.
*Periodista
@ajimac
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