lunes, 8 de marzo de 2010

EPR y Eduardo García Valseca (1)

El viernes pasado se difundió por la televisión abierta estadounidense el programa Dateline, de la cadena NBC, en el que se aborda el tema del secuestro de Eduardo García-Valseca, heredero del coronel José García Valseca, quien fuera fundador de la Organización Editorial Mexicana, que edita el periódico El Sol de México.
Eduardo fue secuestrado por un comando armado el 13 de junio de 2007 en San Miguel de Allende, Guanajuato, junto con su esposa Jayne Rager. Los golpearon a ambos y a ella la dejaron en libertad para negociar el rescate.

Jayne buscó apoyo del entonces embajador de EU en México, Tony Garza y de un negociador privado, Félix Batista. No consiguió nada. Se acercó a la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), dependienet de la Secretaría de Seguridad Pública, encabezada por Genaro García Luna, quienes todo el tiempo le aseguraron que su esposo había sido secuestrado por un núcleo guerrillero del Ejército Popular Revolucionario (EPR).

Pasaron siete meses de zozobra. Al incumplirse un plazo de entrega de dinero, los plagiaros le dispararon dos veces en la pierna izquierda y una en el brazo del mismo lado.

Fue liberado el 24 de enero de 2008 tras el pago de un cuantioso rescate cuya cifra la familia mantiene en secreto. Nadie fue arrestado. Eduardo y Jayne se fueron del país.

Hasta ahí hubiera quedado el tema, si no es que el 12 de agosto del año pasado, Eduardo y Jane hablaron de su secuestro para el Washington Post, hablando del clima de inseguridad que priva en México y de lo falso que es la campaña de propaganda del gobierno federal que afirma que se combate el crimen de frente y con decisión.

Señalaron que su intención de hacer tales declaraciones es porque aman a México y desean que esta situación de terror termine.

El reportaje del fin de semana pasado en la NBC va en el mismo sentido, aunque con el agregado de que un equipo de reporteros vino en febrero pasado a la ciudad de México a entrevistar funcionarios, analistas y testigos de los hechos, para tratar de entender lo que pasó en el caso concreto de Eduardo y cuál es el estado del secuestro como fenómeno delincuencial en el país.

Se fueron con más dudas que certezas. De hecho, uno de los temas que resultaron quedar más endebles fue el de las pruebas de que fue el EPR quien plagió a García Valseca, ya que sólo se cuenta con la palabra de la autoridad, pues los secuestradores en ningún momento se identificaron ante Jayne, ni difundieron comunicado político alguno.

Al parecer todo lo que hay es que se encontró dentro del jeep del secuestro un martillo, que un agente dedujo era la marca “que dejan en sus secuestros los comunistas o socialistas de hoz y martillo”, como lo son los guerrilleros.

Si hay más pruebas de que fue una acción de financiamiento guerrillera, la familia nunca ha tenido acceso a ellas. Los periodistas tampoco. Sólo se cuenta con la afirmación oficial, sin más detalle, de que ellos fueron, lo que se ha vuelto la verdad oficial. Punto.

Es un hecho que tradicionalmente las guerrillas mexicanas han secuestrado a sus enemigos de clase, empresarios y funcionarios, para financiar sus acciones. Pero, ¿qué pasó en este caso?

Seguiremos analizándolo acá el miércoles próximo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

De un veterano saboteador

El pasado 16 de febrero publiqué en este espacio el texto Descarrilar el Metro, pésima idea, en el que revisé el caso de Adrián Magdaleno, quien fue detenido por la polícia del Distrito Federal el 4 de febrero, acusado de pretender lanzar una lata de gas butano en la línea 2 del Metro “con la intención de descarrilarlo”, según dijo la versión policiaca que teníamos hasta ese momento.

Por diversas vías he recibido observaciones de la imposibilidad de dicha acción con las herramientas disponibles por las personas acusadas. Incluso un grupo afín a los detenidos comentó que la acción era meramente propagandística y no terrorista.

De manera más contundente, un grupo anarquista contestó vía un comunicado que fue colgado en la red Liberación Total, redactado por alguien que, aseguran, tiene experiencia en esas cosas de sabotear. Transcribo íntegro el texto por sus peculiaridades técnicas:

“A continuación un valioso asesoramiento técnico escrito por un veterano saboteador.

“En relación a la detención del anarquista mexicano Adrián, un analista escribió: “Descarrilar un tren, una pésima idea”. Ahora, la versión del descarrilamiento es aquella que fue proporcionada por la policía.

“Aun no se tiene la versión de Adrián, que está bajo un estricto aislamiento en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, y la poco creíble versión facilitada por la policía y aceptada por periodistas y analistas, es desplomada a trasves del aporte de este veterano saboteador.

“Aun así, quedan en pié dos posibilidades: un incauto transporte del artefacto en el metro o una acción que fracasó en su intento. En ambos casos, solidarizamos con el compañero Adrián.

“Presxs en Guerra a la Calle!!!

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“Sobre descarrilamientos y estupideces…

“Es obvia la desinformación puramente propagandística y difamatoria en el caso de Adrián, también por el hecho de que algunas latas de gas butano ni siquiera le hacen las cosquillas a un tren o a unas vías.

“Sólo para darle un pliegue a una vía (tal vez capaz de procurar un descarrilamiento), sirven al menos unos cientos de gramos de explosivos de alto potencial (en que el acoplamiento con el gas no tiene ningún sentido técnico) y si nosotros ponemos (el calcúlo será subestimado) que la superficie del corte de una vía es de 50 cm², para cizallarla, el cálculo se hace fácilmente (25 gramos de explosivos de tipo militar por cada cm ²), que toma alrededor de 1,250 kilogramos de explosivos de alto potencial (militar).

“Si, luego, se calcula que, por ejemplo, la dinamita comercial es más débil y con la pólvora negra (la cual debe ser cuidadosamente direccionada a través de un envase de material estable, como una placa gruesa ya que adentro de una “lata” simplemente no haría otra cosa que una llamarada que ni cosquillas le hace a una varilla de 8 mm) para calcular hay que multiplicar por 6 veces para lograr el mismo efecto a nivel de destrozo, o sea por lo menos 6 o 7 kilos de pólvora negra, pues es claro desde ya la desinformación de los “datos” del “articulo”.

“La hipótesis de que se usara contra las vías (implícita, en caso de chismes sobre el “descarrilamiento”) no hubiera hecho detener ni por un momento el tráfico. Si fuera cierto la “noticia” del “humo en el tren” aun estaríamos frente a un fulminante de fabricación torpe y adelantada.

“Además, no es casualidad que una de las “reglas” de la guerrilla urbana es la de evitar lo más rígidamente posible el transporte de artefactos y/o explosivos en los medios públicos de masa por el peligro potencial muy grande para la gente “ajena a los hechos”, peligro ya lo suficientemente grande con todos los otros medios de transporte en un entorno poblado …

“Un veterano saboteador,

“Marco Camenisch”.

Hasta aquí la didáctica versión, que suena razonable en cuanto al poder de fuego necesario para sacar de riel un tren. También creo urgente conocer la versión del inculpado,a quien no se ha dejado hablar en público. Aun así, e independientemente de las motivaciones concretas de Magdaleno en este caso, mantengo firme mi reflexión de fondo, de rechazo al terrorismo y la muerte de personas inocenes en acciones rebeldes.

Carlos Montemayor

2 marzo 2010

De todo lo que se ha dicho de Carlos Montemayor tras su muerte, me quedo, por afinidad de ideas, con lo escrito ayer en EL UNIVERSAL por Laura Castellanos, porque abrevamos de lo mismo.

Tras el alzamiento zapatista en 1994 comenzamos, como muchas otras personas en el país, a hurgar en los anales de la historia no contada de la guerrilla y la guerra sucia en México. Las referencias bibliográficas eran mínimas, los testimonios escasos, los documentos inexistentes.

Sólo Guerra en el Paraíso, de Montemayor, arrojaba algunas luces sobre el movimiento guerrillero de Lucio Cabañas. Estaba narrado en tono de novela –extraordinaria novela-, pero me desesperaba no saber dónde comenzaban los hechos reales y dónde los ficticios.

Aun así fue un libro de cabecera para mi generación, que aprendió a conocer una parte de la historia no contada oficialmente de la guerrilla, de lo que sucedió cuando yo era niño de primaria, de las monstruosidades de un régimen que acalló la inconformidad con una máquina de sangre.

Insistía en su tesis de que la violencia popular tiene su origen en una violencia precedente: la del Estado, la de las injusticias, la impunidad, las de las vejaciones a campesinos, indígenas y obreros.

Desde entonces la figura de Montemayor fue vital para entender ese México bronco que, para nuestra sorpresa, seguía despierto, actuante, clandestino pero vigente: la guerrilla recurrente.

Había que leerlo. Era referencia obligada. Cuando menos en los textos donde abordaba la violencia de Estado y las subversiones: Los Informes secretos, Las Armas del Alba, el mejor relato del asalto al cuartel de Madera, Chihuahua, en 1965. Cada texto suyo en La Jornada era obligado.

No participó activamente en la elaboración de México Armado (editorial ERA), aunque supimos después de su complacencia por el mismo; tanto, que nos honró con la redacción del prólogo de la edición en francés del mismo, que ya está en circulación en el Viejo Continente.

Confieso que no seguí al Montemayor lingüista, ni al poeta, ni al melómano. Su disertación en dos partes sobre la etimología de la palabra “gandaya”, me dio flojera. Me contaron de varias veladas donde él interpretaba arias de ópera y piezas de Manuel M. Ponce, en las que no envidio haber estado.

Sin embargo, creo que la mejor enseñanza que dejó no quedó por escrito. Fue intangible y se materializó desde el viernes pasado en que se anunció su deshaucio. Su congruencia humana e intelectual, capaz de hacer que amigos y enemigos doblaran su cabeza ante su féretro.

Se hizo respetar por propios y ajenos. Pocos mexicanos han sido capaces de despertar esta genuina emoción aguda de pérdida y reflejarla en público y en privado; lo mismo en medios de comunicación alternativos que en la gran prensa comercial; lo mismo de socialdemócratas que de rebeldes alzados en armas.

Sin dinero, sin agencias de relaciones públicas, a puro golpe de ideas y congruencia ideológica se forjó una presencia de hombre recto que ya muchos quisieran –quisiéramos- en este país.