Ya alguien más lo ha hecho, pero no puedo sustraerme a la tentación de reproducir la tesis central de Jorge Lofredo, investigador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (Cedema), respecto del prolongado periodo de silencio que han mantenido las organizaciones guerrilleras mexicanas, que ni siquiera han enviado comunicados en una fecha tan simbólica para ellos, como el 10 de abril, en que se conmemora el asesinato de Emiliano Zapata.
En este espacio arriesgué la idea de que el silencio es repliegue táctico, acumulación de recursos humanos y materiales y acaso reconocimiento de debilidad estratégica, pero no necesariamente la calma que precede a la tormenta. En su artículo "Más allá del silencio", Jorge piensa que este silencio “que aturde” se puede deber a un proceso político en marcha y es más un secreto que un no tener nada qué decir.
“Nunca como antes, esta coyuntura de silencio marca la pauta entre lo que ha sido expresado y lo que está por decirse. ¿Preludio de algún anuncio? En este aspecto, las ocasiones anteriores desconciertan: el Ejército Popular Revolucionario aumentó drásticamente sus comunicaciones públicas entre la desaparición de sus miembros y los ataques contra los ductos de Pemex. Tendencia Democrática Revolucionaria, antes de los explosivos colocados en diversos puntos del DF en noviembre de 2006, no registró mayor desarrollo de sus escritos. Por contraparte, aumentó su actividad cuando produjo el anuncio de la integración de una “Coordinación Revolucionaria”, junto al Movimiento Lucio Cabañas.
“Por tanto, entre el factor sorpresa –característico de la guerrilla– y la historia inmediata no pueden localizarse elementos concluyentes que definan qué políticas se están desarrollando entre las distintas organizaciones; sin embargo, esta actitud abre la posibilidad de la especulación periodística y la conjetura interesada. De hecho, los espacios de silencio –y esto sí puede confirmarse– provocan la aparición de esas especies en su versión más descarnada y, a veces, hasta irrisoria en sus contenidos.
“Un silencio en conjunto de esta especie no puede implicar otra cosa que un acuerdo de alguna especie, más no sea mínimo, que no necesariamente debe incluir en sus alcances alguna estrategia político-militar en común. Pero alcanza con que éste sea estrictamente político para estar frente a un acontecimiento que a futuro podría incidir e influir en algunos escenarios. Es muy pronunciado para que sólo se trate de “solidaridad revolucionaria” y demasiado conocidas las organizaciones para que todas se encuentran en una etapa de “acumulación de fuerzas en silencio”.
En otras palabras, Lofredo piensa que el silencio se debe a la posibilidad de que se trabaja en un acuerdo político entre las organizaciones. Posibilidad que pudiera estar ligada a los relativamente recientes llamados de EPR a hacer a un lado rencillas y agravios y a trabajar en un frente común de organizaciones opositoras el régimen, tanto clandestinas como abiertas. ¿Será?
Vigilancia a Alejandro Cerezo
Y hablando de mensajes cifrados y subtextos inducidos, llama la atención que los cuerpos de inteligencia del Estado hayan exhibido sus herramientas de vigilancia sobre uno de los hermanos Cerezo Contreras, que para el Estado son hijos del líder máximo del EPR, Tiburcio Cruz. Llama la atención, no porque uno suponga que no tienen marcaje personal permanente, sino porque en menos de tres días sus “sombras” se hicieron sentir con descaro, enviando así un mensaje que sólo puede interpretarse como de intimidación, sobre quien todo indica que está centrado en el trabajo de promoción de los derechos humanos. Checa la Acción Urgente que detalla los hechos.
35 años del Comité Eureka
El pasado domingo, frente a la Catedral Metropolitana, un grupo de familiares de presos y desaparecidos políticos de los años 70 se reunieron para conmemorar los 35 años de conformación del Comité Eureka. El acto reunió a no más de un centenar de personas, y doña Rosario Ibarra habló de aquellas jornadas de lucha contra el poder, de las 39 veces que interceptó al presidente Luis Echeverría y de cómo tuvo noticias de que su hijo, Jesús Piedra, estuvo en el Campo Militar número Uno. También de cómo al grito de “¡Vivos se los llevaron; vivos los queremos!” lograron rescatar a más de cien activistas de una muerte segura, aunque aún faltan muchos por encontrar.
lunes, 19 de abril de 2010
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