"Váyanse con su guerra a otra parte"
(Tomado del diario El País, 22/jul/12)
Los indígenas tomaron sus bastones de madera y empujaron a los militares. Les arrojaron tierra en la cara y los amenazaron con machetes. “¡Váyanse con su guerra a otra parte!”, les gritaron el pasado martes desde las empinadas montañas de Toribío, departamento del Cauca. Los indígenas no quieren al Ejército, ni a la guerrilla de las FARC, intercambiando tiros en sus territorios ancestrales. Por eso echaron a los militares del cerro Berlín, conocido como las Torres. En los enfrentamientos, un indígena murió tiroteado por un soldado por no atender una orden de alto en un retén en el municipio de Caldono.
Tras estos hechos, en las ciudades políticos, analistas y periodistas de las ciudades discutían, cuando alguien escribió en Twitter: “Llora un soldado y Colombia se conmueve; muere un indígena y a nadie le importa”. En parte, tiene razón. Pero la revuelta de estos indígenas puede cambiar las cosas. Ahora, importa. Por primera vez, el Estado colombiano está obligado a implicarse en los problemas de estas personas. El Estado ha desembarcado en el Cauca y eso cambia el panorama en la lucha contra la guerrilla.
La belleza del Cauca es extraordinaria. Allí nacen las tres cordilleras y los ríos Cauca y Magdalena que atraviesan el país. En ese entorno vive un millón y medio de personas. El 64% es pobre (Banco Mundial). De estos, el 36% vive en la miseria absoluta. Y de los desheredados, 300.000 son indígenas paeces y guambianos.
En este departamento surgieron grupos guerrilleros de indígenas como el Quintín Lame, como respuesta a los ataques de civiles armados contra dirigentes indígenas. Por sus condiciones geográficas, la zona del Cauca es ideal para la lucha armada. Aquí nacieron las FARC. Desde estas montañas, el grupo M-19 logró poner en jaque al Estado. Los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (desmovilizados entre 2003 y 2006) enviaron allí a sus más sanguinarios matones para hacer masacres como la que ocurrió en la zona del Naya, en 2001, donde asesinaron a más de cien indígenas y campesinos.
Estos pueblos están cansados de verse atrapados en la guerra
Ahora están cansados de verse atrapados en la guerra. Ven a la guerrilla, los paramilitares y la fuerza pública como invasores. En palabras del Consejo Regional Indígena del Cauca en una declaración cuando se enfrentaron a la policía: “Desmontamos las trincheras de la policía para que su presencia no afecte a la población civil, mientras la guerrilla deja minas antipersona y no tiene ninguna consideración por la gente que no hace parte de la guerra”.
Todos saben que quien controla el Cauca puede cambiar para siempre el conflicto armado colombiano. No solo porque el área es ideal para el tráfico de armas, sino por sus extensos cultivos de coca y marihuana cripy, la de más alta calidad en Colombia. Al igual que en el resto de las zonas cocaleras del país, los narcos que han llegado al Cauca mezclan la coca con cultivos lícitos, especialmente plátano, con lo cual la erradicación mediante aspersión aérea es casi una quimera. Y sobre el terreno es imposible. Nadie sabe con qué actor armado se va a topar detrás de un cerro.
“El Cauca es el departamento que concentra el mayor número de acciones armadas de Colombia, es un territorio estratégico para la guerrilla”, dice Carlos Franco, exdirector del Programa Presidencial de Derechos Humanos. “El 80% de las acciones armadas se concentran en cinco departamentos del territorio nacional, y el Cauca es uno de esos”, añade.
Colombia tiene una de las más modernas Constituciones en defensa de los indígenas. La Carta Magna de 1991 les dio una autonomía sin igual. Con la letra en la mano los indígenas decidieron expulsar a los militares. Esa autonomía indígena debe darse “de conformidad con sus propias normas, siempre que no sean contrarios a la Constitución”, por eso el presidente, Juan Manuel Santos, instó a la Fiscalía para que actúe contra los que sacaron por la fuerza a los militares las Torres. Según el Código Penal es “violencia contra servidores públicos”.
Muchos creen que la desconfianza entre el Estado y los indígenas está seriamente lesionada. Es en este contexto que ha emergido la figura del juez español Baltasar Garzón, a quien los indígenas han reclamado para facilitar el diálogo. Para Iván Orozco, profesor de la Universidad de Los Andes, “es necesario crear puentes y en ese sentido la propuesta de que Garzón entre como mediador es buena”. El presidente Santos, que ha mostrado su admiración por Garzón, no quiere delegar un tema tan sensible en un extranjero.
El diálogo ya ha comenzado. El Estado sabe que reforzar la presencia del Ejército y Policía empeorará las cosas. Pero los días pasan y la mecha encendida en el Cauca cada vez se acerca más a un barril de pólvora.
Castigan indígenas colombianos a milicianos de las FARC detenidos.
(23/jul/12)
http://suracapulco.mx/archivos/32592
Comunicado de las FARC lamentando la actitud de algunos indígenas del Cauca.
(Tomado de Cedema, http://www.cedema.org/ver.php?id=5095)
COMUNICADO
La población del departamento del Cauca históricamente ha sido víctima de injusticias, y su territorio escenario de confrontación. Nuestros ancestros, además del exterminio, sufrieron y resistieron los crueles métodos de trabajo impuestos por la corona española, y posterior a la independencia la población rural ha encarado la expropiación del territorio perpetradapor gamonales locales y terratenientes.En la malllamada época de la violencialos latifundistasen el afán por apoderarsede las mejores tierrasasesinaban los nativos y losexpulsabana lugaresremotosde las cordilleras.
Ya en la historia reciente de nuestro país, el Estado ha excluido a los sectores populares de la participación política y los ha mantenido al margen del disfrute de sus derechos económicos, sociales y culturalesempleandola violencia sistemática y el terror de Estado. Frente a la respuesta del pueblo al organizarse en guerrillas, ha adelantado un sin número de estrategias de aniquilamiento: Plan Laso, Plan Colombia, Plan Patriota, Plan Victoria, Plan Consolidación y el actual Espada de Honor. No obstante todos han fracasado porque al tiempo que ha sido indiferente ante las peticiones populares, su único fin ha sido la derrota militar de las guerrillas, desconociendo que un pueblo con dignidad, cuando se le niegan las vías democráticas de participación, acude a la violencia revolucionaria como medio para hacer valer sus derechos.
El papel de las Fuerzas Armadasha sido sostener un régimen ilegítimo, totalmente resquebrajadoy en grave situación de ingobernabilidad, a fin de asegurar jugosas ganancias a los grandes empresarios criollos y a las transnacionales, a costa de los recursos naturales extraídos del suelo patrio. Los métodos empleados en su guerra total contra el pueblo no han variado en los últimos tiempos: recompensas y red de sapos, detenciones y judicializaciones arbitrarias de civiles, desapariciones, asesinatos selectivos y masacres cuya autoría es endilgada a supuestos paramilitares.
Para limpiar la imagen desacreditada por los desmanes propios de un ejército de ocupación,los militares intentanganarse el apoyo de la población ejecutando insignificantes obras y proyectos de inversión social que le competen a otros ministerios y hacenparte de la obligación que tiene el Estado de garantizar bienestar a sus ciudadanos.Esto, además de constituir un reconocimiento de que en nuestro país la guerra tiene causas sociales, también se convierte en una forma sutil de involucrar civiles en la confrontación.
Entendemos el sufrimiento de la población caucana y en general del pueblo colombiano y lamentamos las víctimas producto del conflicto armado que venimos sufriendo desde la agresión a los campesinos de Marquetaliaen 1964. Hoy más que nunca nos unimos al pueblo en su clamor de paz, de una paz democrática, en la que desaparezcan las muertes, la desolación y el sufrimiento que produce esta guerraentre hermanos. Anhelamos una paz garante deque tampoco morirán máspobres en las puertas de los hospitales por desatención médica; una paz que asegure techo digno para todos nuestros compatriotas; una paz que genere las condiciones para que nunca más perezcan en Colombia niños pordesnutrición, para que se tenga empleo decente y se erradique el hambre. Una paz que engrandezca la patria, donde se trate con amor la madre tierra y el fruto de su vientre sea para alimentar a sus hijos, en vez de entregado a las multinacionales como hace el régimen apátrida de Santos. Es la paz con justicia social, la que estamos dispuestos a lograr junto al pueblo.
Condenamos al gobierno oligarca que encabeza Juan Manuel Santos y a la degradada Fuerza Públicaque lo sustenta por su vil proceder al utilizar a los habitantes de los centros urbanos como escudos humanos para su protección, en clara violación alProtocolo Adicional a los Convenios de Ginebra, Artículo 58 que trata sobre las precauciones contra los efectos de los ataques en los conflictos armados.
En este contexto no deja de ser preocupante para la población delnorte del Cauca el hecho que, como se da en Toribío, algunos habitantes se han manifestado a favor de la presencia de la fuerza pública en los cascos urbanos. Presencia que además de favorecer la entrada de las trasnacionales a los territorios indígenas y campesinos, constituye el blanco de las acciones guerrilleras, por lo que también a ellos les asiste responsabilidad sobre las consecuencias que en el futuro pueda ocasionar el desarrollo de la confrontación.
A los medios de comunicación los instamos a que den una versión objetiva de la realidad del conflicto en esta región sin alinearse ciegamente con las versiones oficiales.
Y al pueblo colombiano en su conjunto lo convocamos a trabajar unido por forjar una alternativa popular de gobierno que encarne la voluntad de encontrar salidas políticas a esta guerra que tiene sus raíces enla injusticia social, la entrega del patrimonio y soberanía nacional a los imperios, el terrorismo de Estado y la concentración del poder en pocas manos.
POR SOLUCIÓN POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL Y ARMADO.
FARC-Ejército del Pueblo
COMANDO CONJUNTO DE OCCIDENTE
Montañas del Cauca, julio 17 de 2012.
NUEVO COMUNICADO DE FARC A INDÍGENAS DEL CAUCA.
(Tomado de Cedema.org, 26/jul/12)
Compañeros:
ASOCIACIÓN DE CABILDOS INDÍGENAS CXHABWA LA KIWE (DEL NORTE DEL CAUCA)
Montañas del departamento del Cauca.
Apreciados compatriotas:
He tenido conocimiento de la comunicación recientemente dirigida por Ustedes, la cual cuidé de leer con sumo respeto y atención. Con la misma claridad y franqueza con que su Asociación expresa su pensamiento y propósitos, procedo a responder sus inquietudes en mi condición de Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP, organización que como ustedes conocen, nació en 1964 a la vida política colombiana como expresión de la resistencia popular a la guerra de agresión contra el pueblo, y se acerca a cumplir cincuenta años de lucha indeclinable por la paz.
Que ustedes expresen con tanto fervor su anhelo por la paz, confirma nuestra convicción de que las grandes mayorías colombianas claman en las cuatro esquinas del país por ese preciado bien. La guerra civil colombiana no ha sido una decisión del pueblo de este país, sino una imposición de sus clases pudientes dominantes. Es natural que el pueblo que la sufre la rechace con ahínco. Nosotros somos los primeros. Por eso la combatimos en todas las formas posibles.
Es un hecho reconocido por numerosos estudiosos de la realidad colombiana, que la guerra en nuestro país responde a un modelo de acumulación de capital. El despojo de la propiedad rural y su concentración en cada vez más pocas manos, ha coincidido de manera asombrosa con las sucesivas agresiones contra las zonas agrarias por parte de las fuerzas oficiales y paraoficiales. Pretextos para ellas nunca han faltado. Las FARC no estamos integradas por soldados pagos ni conscriptos, sino por gente sencilla del pueblo de Colombia que se ha levantado a la resistencia. Campesinos, indígenas, negros y mestizos que decidimos enfrentar con las armas la agresión.
Es absolutamente cierto que el despojo contra los indígenas americanos lleva más de cinco siglos. Razón de más para luchar por su justa reivindicación. Compartimos completamente todas las aspiraciones de las comunidades indígenas y de hecho las estamos apoyando al riesgo de nuestra propia vida. Pero la fuerza de los hechos históricos impone también que los indígenas no son las únicas comunidades violentadas y perseguidas en Colombia.
A veces parece desprenderse de sus sinceras alegaciones, que las comunidades indígenas sólo miran por ellas mismas, desconociendo la suerte de los demás desposeídos y perseguidos de Colombia, que suman por lo menos treinta millones de compatriotas. El grave conflicto colombiano no puede ser solucionado sólo para las comunidades indígenas, simplemente porque ustedes hacen parte de Colombia, habitan en territorios codiciados por los mismos terratenientes e inversionistas que despojan a colonos, mineros, trabajadores y demás sectores explotados.
Con todo el respeto y la consideración que merecen, me permito expresarles que no es aislándose del resto de colombianos que claman fervientemente por la paz y la justicia social, como van a lograr conquistar sus viejos anhelos. El Ejército colombiano no sólo ocupa resguardos indígenas, sino que cumple su labor predadora por todo el territorio nacional. Su misión es prestar seguridad a inversionistas, empresarios y terratenientes nacionales o del extranjero, al precio de aplastar cualquier oposición al modelo de saqueo y empobrecimiento que defienden.
Nosotros no sólo creemos que el Ejército debe salir de las comunidades indígenas, sino de todo el campo colombiano. Su misión natural es guarnecer las fronteras en defensa de la soberanía nacional, pero las clases dominantes lo han convertido en una máquina al servicio de poderosos intereses extranjeros, dirigida directamente por generales norteamericanos.
El reconocimiento de la autonomía y la autoridad de las comunidades indígenas no nos hacen ciegos ante la suma de intereses que llegan a ellas. Si los conquistadores españoles se valieron de la Iglesia, los halagos personales y hasta de la corrupción de muchos caciques como mecanismos de avanzada para su presencia expoliadora, sabemos que igual sucede hoy con diversas organizaciones de rostro humanitario, benefactor o clientelista. Fenómenos así minan la credibilidad de muchos liderazgos en la propia base indígena y descomponen su organización.
Sentimos sincero respeto por su oposición al empleo de la violencia como mecanismo de lucha. En una humanidad civilizada, ajena a los intereses de clase, seguramente que tal pretensión será generalizada. Por eso luchamos. Pero no es menos cierto que las realidades de Colombia, gobernada secularmente por una casta violenta y agresora, terminaron por producir la respuesta digna de los de abajo. Y esa también es una forma respetable de lucha, que no puede ser condenada por principio sin borrar de un plumazo la historia y rozar los límites de la utopía.
Como se infiere de su aspiración de poder desarrollar un proyecto de vida, sin que cambien las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales que dominan el resto del país. El problema de ustedes no puede ser examinado a la simple luz de la no presencia del Ejército o la guerrilla en los resguardos, porque como dice Santos, el Ejército jamás va a abandonar sus bases. Porque su presencia encarna un modelo de dominación nacional, continental, de aspiraciones mundiales. Lo que hay que derrotar es ese modelo, y para ello hay que comenzar por el cambio del régimen.
Esa es nuestra lucha y la de millones de colombianos que estamos seguros los apoyan en este momento, los cuales verían fortalecidas sus aspiraciones si ustedes también apoyaran sus reivindicaciones. El asunto en la hora es unir fuerzas, no separarlas.
Las guerras son cruentas, más las que enfrentan a los pueblos con regímenes terroristas al servicio de potencias imperiales. Toda la maquinaria militar, económica, ideológica y política es puesta en juego por estos últimos en aras de su victoria. Ella incluye la propaganda negra, los infundios y provocaciones más groseras. Nosotros más que nadie somos víctimas de todo eso junto.
Si a nuestra gente llegan muchachos indígenas sanos, desesperados por la miseria en que crecieron, ansiosos por luchar para mejorar la suerte de su pueblo, no los rechazamos. No podemos, así es la lucha. Igual sucede con campesinos, mineros, obreros, estudiantes y toda la juventud colombiana que decide unirse a la lucha. Las normas del Derecho Humanitario que ustedes citan prohíben ubicar bases y cuarteles de guerra en medio de la población. Nosotros jamás lo hacemos, ustedes saben que la tropa sí, y de manera permanente y dolosa.
Ustedes exigen que no empleemos nuestras armas con riesgo para la población civil. Nosotros somos población civil a la que la violencia estatal y paramilitar obligó a alzarse. Jamás podríamos tener en la mente la idea de afectar gente inocente. En eso compartimos por completo su reclamo con plena disposición a evitar que ocurra. ¿Pero qué hacer con las fuerzas terroristas de ocupación? Consideramos válidos y legítimos los heroicos esfuerzos que ustedes cumplen hoy.
Si en Colombia cesan las operaciones militares, los bombardeos y ametrallamientos, los desplazamientos forzados, el despojo de la tierra, los crímenes contra el pueblo y la impunidad, con toda seguridad que no tendrá sentido la existencia de las guerrillas. Si el Ejército, la Policía y los paramilitares salen del Cauca, si termina su guerra contra indígenas, campesinos, mineros y pueblo en general, nosotros no tendremos problemas para salir también.
En toda Colombia crece un ruidoso clamor por la paz. Por una salida política a la confrontación. Esa ha sido entre todas la más vieja de nuestras banderas. Es el régimen el que jamás se ha aprestado a poner fin a su predilección por la violencia. Es a él al que hay que obligar a abrir un diálogo. Ustedes, que hoy más que nunca sufren el estilo característico de responder en Colombia a las aspiraciones de paz, son bienvenidos sin duda al trabajo por ella. Con su presencia combativa estaremos mucho más cerca de ella.
Reciban todo mi afectuoso abrazo, que es el de todas las FARC-EP, el de todo el pueblo colombiano que los admira, aplaude y respalda.
Timoleón Jiménez,
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, 20 de Julio de 2012.
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