La historia del EPR
Al sur de México, en la Oaxaca de los años sesenta, a un pequeño grupo de jóvenes que por lamañana trabajaban como burócratas en la Secretaría de la Reforma Agraria y por la tarde formaban parte de la Liga Leninista Espartaco (LLE),los sueños revolucionarios de la década se les metieron en la cabeza. Buscaron campesinos para asesorarlos en la lucha por la tierra, reclutaron estudiantes para tareas de agitación y empezaron la organización de obreros y colonos inspirados en los aires de la doctrina de liberación nacional, que por entonces recorrían América Latina. El triunfo de la revolución cubana en 1959 y la guerra estadunidense inicia
da en Vietnam en 1964 fueron el
telón de fondo para la creación de su organización clandestina que, casi
medio siglo después, continúa operando bajo el nombre de Ejército Popular Revolucionario (EPR), el grupo guerrillero más antiguo de México y del continente americano junto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
En sus 47 años de historia, la organización político-militar que, en contraste con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fue definida por el gobierno del PRI e incluso por analistas independientes como “la guerrilla mala”, tuvo otros dos nombres antes de usar el de EPR. Los jóvenes que fundaron el grupo —en buena parte miembros de la familia Cruz Sánchez, originaria del centro histórico de la ciudad de Oaxaca— inicialmente lo nombraron Organización Revolucionaria Clandestina (ORC).
Un extenso e inusual documento emitido por la Comandancia General del grupo, titulado “Un poco más de historia”, relata el origen y el transcurrir de la agrupación armada, cuyo histórico hermetismo le ha permitido seguir operando en el país, como sucedió de forma notoria en 2007 y 2008, cuando realizó una serie de actos de sabotaje contra instalaciones de Pemex sin que, hasta la fecha y pese a los amagos públicos del presidente Felipe Calderón, haya sido detenido uno solo de los participantes. En la acción exigían la presentación de sus militantes desaparecidos, Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Cruz Sánchez, éste último hermano de Tiburcio Cruz Sánchez, fundador y actual líder eperrista.
Los otros fundadores del grupo armado, que hoy tienen poco más de 60 años, desde sus primeros días guerrilleros tuvieron como táctica relacionarse con la mayor cantidad posible de luchas sociales del sur del país, aunque desde entonces preferían permanecer detrás de los reflectores, “o sea sin aspavientos ni actitudes histriónicas, sin importar que los que estaban a la cabeza de sus organizaciones se llevaran el prestigio y las palmas”. Su objetivo era sembrar las semillas de la revolución al organizar el descontento que existía. El grupo comisionaba a ciertos militantes para estar en cualquier movimiento que surgiera, sin importar que fuera del Partido Comunista Mexicano (PCM), la LLE u otras organizaciones.
Uno de sus primeros éxitos dentro del mundo de la izquierda subterránea fue el haber impulsado la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), en Guanajuato, estado en el que, debido a la importante ascendencia de los cristeros, algunos dirigentes comunistas del Distrito Federal creían que no se podía hacer nada.
Sin embargo, el núcleo eperrista pudo hacer mítines, manifestaciones, recolectar dinero por medio de boteo y ayudar a que crecieran organizaciones juveniles de izquierda en el Bajío, algo tan sobresaliente como ver orquídeas en el desierto. En otros estados pudieron adquirir posiciones de influencia en federaciones estudiantiles, donde reclutaron a nuevos miembros que aunque públicamente se asumían como priistas les decían a los eperristas que ellos iban a transformar al PRI desde dentro, lo cual hizo que se ganaran el apodo de Los dentristas.
Los jóvenes guerrilleros viajaban por todo el país y se sumaban a luchas en las que veían la posibilidad de esparcir la semilla revolucionaria. El primer movimiento importante en el cual participaron fue uno acontecido en la Universidad Nicolaíta de Michoacán, donde pudieron establecer nuevos contactos en escuelas normales rurales y universidades públicas. En esos días, el líder Efrén Capíz fue aprehendido, por lo que los eperristas, mediante la CNED, organizaron una Marcha de la Libertad que partió de Dolores Hidalgo, Guanajuato, en la que demandaban su libertad. Los manifestantes avanzaron hasta Valle de Santiago, donde el Ejército los esperaba. Los soldados se abalanzaron sobre ellos y los subieron a decenas de autobuses. Los trasladaron a cuarteles militares y, entre amenazas y cachetadas, les tomaron sus datos y luego los dejaron en libertad.
En esa ocasión, los eperristas fueron reprimidos no sólo por los soldados, sino también por sus propios compañeros de marcha, quienes los increparon por repartir las tesis de Ernesto Che Guevara entre los manifestantes. Tras abandonar la prisión, los jóvenes eperristas sostuvieron una reunión con la cúpula del PCM, en la cual los dirigentes se burlaron de ellos llamándoles anarco-castro-guevara-aventureros. La separación de los eperristas de los sectores de la izquierda más conocida (que hoy forman parte del PRD o apoyan al EZLN) comenzó allí, y se ahondó luego de Tlatelolco en 1968, cuando los eperristas ya eran catalogados como “ultras”. El núcleo se refugió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y trató de aumentar su presencia en las universidades de Oaxaca, Guadalajara, Morelia y Sinaloa. Cuando se incrementó la represión tras 1968, los eperristas tuvieron que dejar las universidades y se fueron a trabajar en pequeñas comunidades rurales, en muchas de las cuales aún cuentan con un respaldo que ha permitido que ninguno de sus dirigentes fundadores sea detenido.
En los años setenta, el núcleo eperrista se alió con otro pequeño grupo de nombre Unión del Pueblo, en el que había jóvenes que se pronunciaban por la lucha armada. La Organización Revolucionaria Clandestina pasó a ser la: Organización Revolucionaria Clandestina-Unión del Pueblo (ORCUP). En esta nueva fase formó el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y enfocó su trabajo en repeler organizadamente a grupos paramilitares de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) y en la creación de bufetes jurídicos populares para asesorar legalmente a campesinos. En ese entonces, en el mundo de la izquierda subterránea, los eperristas ya no eran tildados de “ultras”, sino como “policías de la CIA”. Un grupo llamado Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) formó un comando para asesinar a los fundadores eperristas, aunque nunca lo consiguió. Ante la persecución gubernamental y la de otros grupos subversivos, los eperristas apuntalaron todavía más su vida clandestina: sus integrantes fueron acusados de ser miembros infiltrados del ORCUP, como si efectivamente fueran agentes enemigos pertenecientes a la CIA.
La Liga Comunista 23 de Septiembre, la agrupación más consolidada de esa década, determinó en su momento que los eperristas tenían que ser ajusticiados por ser una tendencia “campesinista” y por colaborar con la policía. Para revertir esto, los eperristas buscaron al dirigente de la Liga, Ignacio Salas Obregón, Oseas, con quien fumaron la pipa de la paz.
A la par, mediante el nombre de ORCUP los eperristas alentaron el desarrollo de escuelas populares. Entre los militantes más destacados que murieron en esa década se encuentra Joel Silva Aréstegui, apodado El Panterita, torturado, asesinado y desaparecido. Otros fueron Gastón Erudiel y Ricardo Pérez Hernández, muertos en diferentes circunstancias. Fue en estos años cuando los eperristas montaron la mayoría de sus escuelas de educación política militar, a donde asistían tres o cuatro organizaciones y grupos.
A finales de los setenta, los eperristas se reunieron con otro grupo de guerrilleros que habían estado al lado de Lucio Cabañas cuando éste cayó durante un enfrentamiento con el Ejército en las montañas de Guerrero. Aunque habían militado en las filas del grupo de uno de los líderes míticos de la guerrilla contemporánea en México, los integrantes del Partido de los Pobres desconocían lo que era un lineamiento político y el estudio de la filosofía marxista. De acuerdo con los fundadores eperristas, les dieron sus documentos para que los leyeran y discutieran un proyecto en común. Al final, varios de los guerrilleros campesinos se sumaron al núcleo eperrista.
En 1981 se dio la integración formal de los colaboradores de Lucio Cabañas al EPR. Esto se dio a conocer en una entrevista con el periodista Mario Menéndez Rodríguez, de la revista ¡Por esto!, en la cual los eperristas se presentaron ya no como una organización sino como un partido. Así como aumentaba el número de sus integrantes, crecían las siglas que los identificaban: Partido Revolucionario Obrero Clandestino-Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP- PDLP).
Pero siguieron siendo satanizados. “Decían que no existíamos, haciendo eco de ello la mayoría de los medios de difusión conjuntamente con los articulistas; los que nos calumniaban no sólo nos difamaban sino también destruían nuestra propaganda en las manifestaciones, acusándonos hasta de sus propias desgracias personales; pero ahí estábamos”. En este proceso, los eperristas acusaron al resto de los miembros de la izquierda radical de oportunistas. “Muchos de ellos lo fueron y el tiempo nos dio la razón”.
Durante las insurrecciones de Nicaragua y El Salvador, los eperristas apoyaron no sólo con presencia sino también discutiendo con sus representantes sobre estrategia y táctica militar y política. Pero también exportaron a Centroamérica sus desencuentros con la izquierda. En El Salvador se pelearon con las Fuerzas Populares de Liberación debido al asesinato de Mélida Anaya Montes, la Comandante Ana María, y del suicidio de Salvador Cayetano Carpio, el Comandante Marcial, así como por el nombramiento de un miliciano de nombre
A principios de los noventa, los eperristas decidieron concentrar sus esfuerzos revolucionarios en Guerrero. Militantes de distintas partes del país fueron enviados a reforzar la lucha que se daba ahí, y lo que encontraron fue una gran falta de trabajo político en las zonas rurales, así como violaciones sistemáticas de los lineamientos del grupo por parte del comisionado nacional y de un dirigente del comité estatal. De acuerdo con los fundadores eperristas, las comunidades no estaban estructuradas, las columnas guerrilleras estaban separadas de las comunidades y pocas familias colaboraban con ellos. Durante esta etapa se empezaron a dar choques entre los eperristas enviados y los locales de Guerrero, que de acuerdo con los fundadores fueron “resultado de una forma sociológica de ser y del nulo trabajo de formación política e ideológica”.
Pese a ello se empezó a levantar el trabajo y se fue desarrollando el lineamiento de la comandancia eperrista, a la vez que se organizó a pueblos enteros y se implementaron normas estrictas de clandestinidad. El primero de enero de 1994, el alzamiento del EZLN en Chiapas no tomó por sorpresa a los eperristas, ya que desde años anteriores los zapatistas ya eran conocidos por la base del EPR. Proletario, el periódico clandestino del grupo, se repartía en comunidades indígenas y, según los fundadores eperristas, fueron unos militantes de la organización los que derribaron la estatua de Diego de Mazariegos en Chiapas, conocido como el gran acto público que precedió el alzamiento armado de los zapatistas.
Como dictaba la línea original eperrista, el grupo hizo algunas acciones armadas en apoyo a los zapatistas con el fin de detener la ofensiva militar del Ejército mexicano, pero en los meses siguientes el subcomandante Marcos se desmarcó del grupo. “¡Oh, paradoja! nuestra solidaridad no fue bien recibida; tampoco nos quisieron, nos regañaron, y como perritos pateados, para no provocar un mayor ensoberbecimiento en su actitud, no continuamos, porque como siempre —y ya tendrán la oportunidad de leerlo en las entrevistas— a veces nos hemos pasado de... bondadosos”. Cuando los zapatistas convocaron a la Convención Nacional Democrática, algunos eperristas que llegaron a Chiapas no fueron bienvenidos. Se les acusó de lucrar con el nombre del EZLN.
Al año siguiente, los eperristas aceleraron el proceso de organización en Guerrero, luego de que la policía estatal asesinó, el 28 de junio de 1995, a 17 miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), que no eran militantes pero que simpatizaban con la causa.
Poco tiempo después el grupo cambió de nuevo su nombre: de Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-PDLP), se convirtió en el Ejército Popular Revolucionario (EPR). Algunos consideraron que era la oportunidad de intentar borrar la historia negra del grupo y estar en la cresta de la ola, en los medios, con los intelectuales, analistas y académicos; otros argumentaron que habían quedado en la orfandad supuestamente teórica desde la caída del muro de Berlín y de la URSS, y decían que no debía mencionarse la palabra “socialismo”.
Lo que sí acordaron fue el cambio de nombre, con el objetivo de “engañar al enemigo y para que el pueblo creyera realmente lo que estábamos planteando”. De acuerdo con los fundadores eperristas, se inventó que el EPR era la alianza de 14 organizaciones, cuando en realidad eran las estructuras del PROCUP-PDLP.
El 28 de junio de 1996, un año después de la masacre de Aguas Blancas, se hizo la presentación pública del EPR, y el 28 de agosto de ese mismo año el EPR lanzó una ofensiva fracasada en Oaxaca y Guerrero. Para justificar esta derrota, que provocó detenciones y represión en regiones donde tenían amplia base social, los fundadores eperristas literalmente dicen: “En el transcurso del desarrollo de los planes partidistas se empieza a descubrir que algunos responsables de los estados mentían porque —dentro de su lógica— según la cantidad de supuestos cuadros que tenían eran sus necesidades y las teníamos que satisfacer, se descubrió que algunos de éstos estaban satisfaciendo sus necesidades personales y que no vivían de una manera austera o como algunos otros compañeros que casi vivían miserablemente, sino que su vida la satisfacían con la francachela, amén de otras situaciones de corrupción. Eso va agudizando la crisis porque para esconder todo esto se amparaban en una supuesta posición política, por la facilidad que había dado el partido de ampliar el comité central, pero la mayoría de los integrantes no respondía a tener la capacidad ni la disposición de serlo, creyendo que al serlo iban a tener prebendas y desahogos económicos, pero al estar dentro del CC, ven el trabajo, el esfuerzo, la discusión y la disposición de trabajo y se amparan en una supuesta intención de horizontalidad para poder hacer, sin consultar a nadie, situaciones que se podían hacer, siempre y cuando participara la seguridad del partido (su inteligencia), y va haciendo cada quien lo que le satisface personalmente, violando principios hasta llegar a ‘ajusticiar’ a personas que creyeron eran policías”.
El fracaso de la ofensiva derivó en una crisis interna y en la primera diáspora importante del eperrismo: Jacobo Silva Nogales, el Comandante Antonio, abandonó la organización junto con otros dirigentes eperristas de Guerrero, con quienes fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), el cual se quedó con el control de comunidades guerrerenses y oaxaqueñas. El siguiente éxodo importante del eperrismo empezó en 1999, cuando un grupo de los militantes mejor entrenados militarmente decidió crear una corriente independiente dentro del EPR bajo el nombre de Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR); pero en los dos años siguientes la tensión aumentó y el grupo, conformado por cerca de 50 miembros conocidos en la izquierda subterránea como Los Rambos de la guerrilla, dejó definitivamente el eperrismo.
Conforme ha pasado el tiempo, tanto el ERPI como la TDR se han acercado más a las posiciones del EZLN y el poder popular, al grado de que en 2006 anunciaron que se sumarían a “La otra campaña”. En tanto el EPR, en diversos comunicados emitidos en 2005 y 2006 y de cara a los comicios presidenciales, expresó un reconocimiento especial a Andrés Manuel López Obrador y se pronunció a favor de que los grupos guerrilleros estuvieran en donde están las masas. Pero una de las diferencias notorias entre los eperristas y la TDR es la realización de asaltos y secuestros como parte de la táctica guerrillera: mientras que los eperristas rechazan en sus documentos estas acciones, el grupo escindido las reivindica, e incluso se le atribuyó el plagio de Diego Fernández de Cevallos, lo que provocó que el último comunicado emitido por el EPR en 2010 fuera una crítica indirecta a la TDR por el uso de dicha táctica.
Gloria Arenas Agis, quien formó parte del EPR y luego de la fundación del ERPI, relata en el libro de John Gibler México rebelde —que publicará Random House-Debate en julio de este año— que la escisión eperrista se debió, entre otras razones, al discernimiento entre “grupo” y “movimiento” armados. Arenas, quien llegó al EPR como parte del grupo que trabajaba en Guerrero, equipara lo vivido por su equipo con lo que el subcomandante Marcos dice sobre el EZLN: “Uno llega de vanguardia a elevar la conciencia de la gente, y la gente se va a unir a ti, tú eres la vanguardia; tú vas a guiar a la gente y a tomar el poder. Esto choca con las comunidades indígenas y sus tradiciones de democracia comunal, y también choca con los movimientos sociales que han enfrentado asesinatos y desapariciones y que ‘siguen’ peleando sin doblegarse ante el miedo. Teníamos que cambiar nuestra idea de que los movimientos sociales son formas inferiores de lucha y que los movimientos armados son formas superiores de lucha; y teníamos que cambiar nuestra idea de que los movimientos armados iban a aparecer en escena para guiar a los movimientos sociales”.
Sobre sus antiguos aliados, los eperristas anotan: “La unidad fortalece, pero esa unidad es sobre discusiones, sobre argumentos, porque no podrá ser por rencores, y eso que nos han tratado de lo peor, porque también tenemos muchos compañeros asesinados, porque nuestros indígenas no desean que les paguen el maltrato o el racismo, ellos se han estado ganando un lugar con sus principios y con sus capacidades para que sean respetados, porque se han dado cuenta que no todos sus usos y costumbres son adecuados, que aunque hayan sido catequistos —como decimos entre nosotros— no son ángeles ni querubines porque no somos absolutamente puros, ya que estando dentro de un sistema como el nuestro, también existen los que se enriquecen a costa de su propia gente, abigeos y un sin número de actos delincuenciales porque se les ha hecho más fácil adoptar los vicios del capitalismo que luchar contra él”.
En uno de los tramos finales de su escrito “Un poco más de historia”, los eperristas, “la guerrilla mala”, destacan: “Violamos un principio fundamental de nuestro lineamiento político porque antes de tener una actitud ante el enemigo, valiente y capaz, debemos tener una actitud ante la vida, para transformar al mundo tenemos que transformarnos nosotros mismos en cada uno de nuestros actos de la vida cotidiana, y eso intentamos, y decimos intentamos porque el revolucionario solamente se sabrá si lo es o lo fue, hasta el último suspiro de su vida”.
Esta nueva guerra entre eperristas y sus antiguos camaradas podría añadir más violencia a la que existe actualmente.
Tomado de http://www.expresiontotal.com/periodismo-digital/epr-el-grupo-guerrillero-mas-antiguo-de-mexico-y-america-latina/itemid-215
En sus 47 años de historia, la organización político-militar que, en contraste con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fue definida por el gobierno del PRI e incluso por analistas independientes como “la guerrilla mala”, tuvo otros dos nombres antes de usar el de EPR. Los jóvenes que fundaron el grupo —en buena parte miembros de la familia Cruz Sánchez, originaria del centro histórico de la ciudad de Oaxaca— inicialmente lo nombraron Organización Revolucionaria Clandestina (ORC).
“Un poco más de historia”
Un extenso e inusual documento emitido por la Comandancia General del grupo, titulado “Un poco más de historia”, relata el origen y el transcurrir de la agrupación armada, cuyo histórico hermetismo le ha permitido seguir operando en el país, como sucedió de forma notoria en 2007 y 2008, cuando realizó una serie de actos de sabotaje contra instalaciones de Pemex sin que, hasta la fecha y pese a los amagos públicos del presidente Felipe Calderón, haya sido detenido uno solo de los participantes. En la acción exigían la presentación de sus militantes desaparecidos, Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Cruz Sánchez, éste último hermano de Tiburcio Cruz Sánchez, fundador y actual líder eperrista.
Los otros fundadores del grupo armado, que hoy tienen poco más de 60 años, desde sus primeros días guerrilleros tuvieron como táctica relacionarse con la mayor cantidad posible de luchas sociales del sur del país, aunque desde entonces preferían permanecer detrás de los reflectores, “o sea sin aspavientos ni actitudes histriónicas, sin importar que los que estaban a la cabeza de sus organizaciones se llevaran el prestigio y las palmas”. Su objetivo era sembrar las semillas de la revolución al organizar el descontento que existía. El grupo comisionaba a ciertos militantes para estar en cualquier movimiento que surgiera, sin importar que fuera del Partido Comunista Mexicano (PCM), la LLE u otras organizaciones.
Uno de sus primeros éxitos dentro del mundo de la izquierda subterránea fue el haber impulsado la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), en Guanajuato, estado en el que, debido a la importante ascendencia de los cristeros, algunos dirigentes comunistas del Distrito Federal creían que no se podía hacer nada.
Sin embargo, el núcleo eperrista pudo hacer mítines, manifestaciones, recolectar dinero por medio de boteo y ayudar a que crecieran organizaciones juveniles de izquierda en el Bajío, algo tan sobresaliente como ver orquídeas en el desierto. En otros estados pudieron adquirir posiciones de influencia en federaciones estudiantiles, donde reclutaron a nuevos miembros que aunque públicamente se asumían como priistas les decían a los eperristas que ellos iban a transformar al PRI desde dentro, lo cual hizo que se ganaran el apodo de Los dentristas.
Los jóvenes guerrilleros viajaban por todo el país y se sumaban a luchas en las que veían la posibilidad de esparcir la semilla revolucionaria. El primer movimiento importante en el cual participaron fue uno acontecido en la Universidad Nicolaíta de Michoacán, donde pudieron establecer nuevos contactos en escuelas normales rurales y universidades públicas. En esos días, el líder Efrén Capíz fue aprehendido, por lo que los eperristas, mediante la CNED, organizaron una Marcha de la Libertad que partió de Dolores Hidalgo, Guanajuato, en la que demandaban su libertad. Los manifestantes avanzaron hasta Valle de Santiago, donde el Ejército los esperaba. Los soldados se abalanzaron sobre ellos y los subieron a decenas de autobuses. Los trasladaron a cuarteles militares y, entre amenazas y cachetadas, les tomaron sus datos y luego los dejaron en libertad.
En esa ocasión, los eperristas fueron reprimidos no sólo por los soldados, sino también por sus propios compañeros de marcha, quienes los increparon por repartir las tesis de Ernesto Che Guevara entre los manifestantes. Tras abandonar la prisión, los jóvenes eperristas sostuvieron una reunión con la cúpula del PCM, en la cual los dirigentes se burlaron de ellos llamándoles anarco-castro-guevara-aventureros. La separación de los eperristas de los sectores de la izquierda más conocida (que hoy forman parte del PRD o apoyan al EZLN) comenzó allí, y se ahondó luego de Tlatelolco en 1968, cuando los eperristas ya eran catalogados como “ultras”. El núcleo se refugió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y trató de aumentar su presencia en las universidades de Oaxaca, Guadalajara, Morelia y Sinaloa. Cuando se incrementó la represión tras 1968, los eperristas tuvieron que dejar las universidades y se fueron a trabajar en pequeñas comunidades rurales, en muchas de las cuales aún cuentan con un respaldo que ha permitido que ninguno de sus dirigentes fundadores sea detenido.
Los setenta: Surgimiento de la ORCUP
En los años setenta, el núcleo eperrista se alió con otro pequeño grupo de nombre Unión del Pueblo, en el que había jóvenes que se pronunciaban por la lucha armada. La Organización Revolucionaria Clandestina pasó a ser la: Organización Revolucionaria Clandestina-Unión del Pueblo (ORCUP). En esta nueva fase formó el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y enfocó su trabajo en repeler organizadamente a grupos paramilitares de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) y en la creación de bufetes jurídicos populares para asesorar legalmente a campesinos. En ese entonces, en el mundo de la izquierda subterránea, los eperristas ya no eran tildados de “ultras”, sino como “policías de la CIA”. Un grupo llamado Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) formó un comando para asesinar a los fundadores eperristas, aunque nunca lo consiguió. Ante la persecución gubernamental y la de otros grupos subversivos, los eperristas apuntalaron todavía más su vida clandestina: sus integrantes fueron acusados de ser miembros infiltrados del ORCUP, como si efectivamente fueran agentes enemigos pertenecientes a la CIA.
La Liga Comunista 23 de Septiembre, la agrupación más consolidada de esa década, determinó en su momento que los eperristas tenían que ser ajusticiados por ser una tendencia “campesinista” y por colaborar con la policía. Para revertir esto, los eperristas buscaron al dirigente de la Liga, Ignacio Salas Obregón, Oseas, con quien fumaron la pipa de la paz.
A la par, mediante el nombre de ORCUP los eperristas alentaron el desarrollo de escuelas populares. Entre los militantes más destacados que murieron en esa década se encuentra Joel Silva Aréstegui, apodado El Panterita, torturado, asesinado y desaparecido. Otros fueron Gastón Erudiel y Ricardo Pérez Hernández, muertos en diferentes circunstancias. Fue en estos años cuando los eperristas montaron la mayoría de sus escuelas de educación política militar, a donde asistían tres o cuatro organizaciones y grupos.
A finales de los setenta, los eperristas se reunieron con otro grupo de guerrilleros que habían estado al lado de Lucio Cabañas cuando éste cayó durante un enfrentamiento con el Ejército en las montañas de Guerrero. Aunque habían militado en las filas del grupo de uno de los líderes míticos de la guerrilla contemporánea en México, los integrantes del Partido de los Pobres desconocían lo que era un lineamiento político y el estudio de la filosofía marxista. De acuerdo con los fundadores eperristas, les dieron sus documentos para que los leyeran y discutieran un proyecto en común. Al final, varios de los guerrilleros campesinos se sumaron al núcleo eperrista.
Los ochenta: Nacimiento del PROCUP-PDLP
En 1981 se dio la integración formal de los colaboradores de Lucio Cabañas al EPR. Esto se dio a conocer en una entrevista con el periodista Mario Menéndez Rodríguez, de la revista ¡Por esto!, en la cual los eperristas se presentaron ya no como una organización sino como un partido. Así como aumentaba el número de sus integrantes, crecían las siglas que los identificaban: Partido Revolucionario Obrero Clandestino-Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP- PDLP).
Pero siguieron siendo satanizados. “Decían que no existíamos, haciendo eco de ello la mayoría de los medios de difusión conjuntamente con los articulistas; los que nos calumniaban no sólo nos difamaban sino también destruían nuestra propaganda en las manifestaciones, acusándonos hasta de sus propias desgracias personales; pero ahí estábamos”. En este proceso, los eperristas acusaron al resto de los miembros de la izquierda radical de oportunistas. “Muchos de ellos lo fueron y el tiempo nos dio la razón”.
Durante las insurrecciones de Nicaragua y El Salvador, los eperristas apoyaron no sólo con presencia sino también discutiendo con sus representantes sobre estrategia y táctica militar y política. Pero también exportaron a Centroamérica sus desencuentros con la izquierda. En El Salvador se pelearon con las Fuerzas Populares de Liberación debido al asesinato de Mélida Anaya Montes, la Comandante Ana María, y del suicidio de Salvador Cayetano Carpio, el Comandante Marcial, así como por el nombramiento de un miliciano de nombre
Los noventa: Surgiemiento del EPR y las diásporas
A principios de los noventa, los eperristas decidieron concentrar sus esfuerzos revolucionarios en Guerrero. Militantes de distintas partes del país fueron enviados a reforzar la lucha que se daba ahí, y lo que encontraron fue una gran falta de trabajo político en las zonas rurales, así como violaciones sistemáticas de los lineamientos del grupo por parte del comisionado nacional y de un dirigente del comité estatal. De acuerdo con los fundadores eperristas, las comunidades no estaban estructuradas, las columnas guerrilleras estaban separadas de las comunidades y pocas familias colaboraban con ellos. Durante esta etapa se empezaron a dar choques entre los eperristas enviados y los locales de Guerrero, que de acuerdo con los fundadores fueron “resultado de una forma sociológica de ser y del nulo trabajo de formación política e ideológica”.
Pese a ello se empezó a levantar el trabajo y se fue desarrollando el lineamiento de la comandancia eperrista, a la vez que se organizó a pueblos enteros y se implementaron normas estrictas de clandestinidad. El primero de enero de 1994, el alzamiento del EZLN en Chiapas no tomó por sorpresa a los eperristas, ya que desde años anteriores los zapatistas ya eran conocidos por la base del EPR. Proletario, el periódico clandestino del grupo, se repartía en comunidades indígenas y, según los fundadores eperristas, fueron unos militantes de la organización los que derribaron la estatua de Diego de Mazariegos en Chiapas, conocido como el gran acto público que precedió el alzamiento armado de los zapatistas.
Como dictaba la línea original eperrista, el grupo hizo algunas acciones armadas en apoyo a los zapatistas con el fin de detener la ofensiva militar del Ejército mexicano, pero en los meses siguientes el subcomandante Marcos se desmarcó del grupo. “¡Oh, paradoja! nuestra solidaridad no fue bien recibida; tampoco nos quisieron, nos regañaron, y como perritos pateados, para no provocar un mayor ensoberbecimiento en su actitud, no continuamos, porque como siempre —y ya tendrán la oportunidad de leerlo en las entrevistas— a veces nos hemos pasado de... bondadosos”. Cuando los zapatistas convocaron a la Convención Nacional Democrática, algunos eperristas que llegaron a Chiapas no fueron bienvenidos. Se les acusó de lucrar con el nombre del EZLN.
Al año siguiente, los eperristas aceleraron el proceso de organización en Guerrero, luego de que la policía estatal asesinó, el 28 de junio de 1995, a 17 miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), que no eran militantes pero que simpatizaban con la causa.
Poco tiempo después el grupo cambió de nuevo su nombre: de Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-PDLP), se convirtió en el Ejército Popular Revolucionario (EPR). Algunos consideraron que era la oportunidad de intentar borrar la historia negra del grupo y estar en la cresta de la ola, en los medios, con los intelectuales, analistas y académicos; otros argumentaron que habían quedado en la orfandad supuestamente teórica desde la caída del muro de Berlín y de la URSS, y decían que no debía mencionarse la palabra “socialismo”.
Lo que sí acordaron fue el cambio de nombre, con el objetivo de “engañar al enemigo y para que el pueblo creyera realmente lo que estábamos planteando”. De acuerdo con los fundadores eperristas, se inventó que el EPR era la alianza de 14 organizaciones, cuando en realidad eran las estructuras del PROCUP-PDLP.
El 28 de junio de 1996, un año después de la masacre de Aguas Blancas, se hizo la presentación pública del EPR, y el 28 de agosto de ese mismo año el EPR lanzó una ofensiva fracasada en Oaxaca y Guerrero. Para justificar esta derrota, que provocó detenciones y represión en regiones donde tenían amplia base social, los fundadores eperristas literalmente dicen: “En el transcurso del desarrollo de los planes partidistas se empieza a descubrir que algunos responsables de los estados mentían porque —dentro de su lógica— según la cantidad de supuestos cuadros que tenían eran sus necesidades y las teníamos que satisfacer, se descubrió que algunos de éstos estaban satisfaciendo sus necesidades personales y que no vivían de una manera austera o como algunos otros compañeros que casi vivían miserablemente, sino que su vida la satisfacían con la francachela, amén de otras situaciones de corrupción. Eso va agudizando la crisis porque para esconder todo esto se amparaban en una supuesta posición política, por la facilidad que había dado el partido de ampliar el comité central, pero la mayoría de los integrantes no respondía a tener la capacidad ni la disposición de serlo, creyendo que al serlo iban a tener prebendas y desahogos económicos, pero al estar dentro del CC, ven el trabajo, el esfuerzo, la discusión y la disposición de trabajo y se amparan en una supuesta intención de horizontalidad para poder hacer, sin consultar a nadie, situaciones que se podían hacer, siempre y cuando participara la seguridad del partido (su inteligencia), y va haciendo cada quien lo que le satisface personalmente, violando principios hasta llegar a ‘ajusticiar’ a personas que creyeron eran policías”.
El fracaso de la ofensiva derivó en una crisis interna y en la primera diáspora importante del eperrismo: Jacobo Silva Nogales, el Comandante Antonio, abandonó la organización junto con otros dirigentes eperristas de Guerrero, con quienes fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), el cual se quedó con el control de comunidades guerrerenses y oaxaqueñas. El siguiente éxodo importante del eperrismo empezó en 1999, cuando un grupo de los militantes mejor entrenados militarmente decidió crear una corriente independiente dentro del EPR bajo el nombre de Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR); pero en los dos años siguientes la tensión aumentó y el grupo, conformado por cerca de 50 miembros conocidos en la izquierda subterránea como Los Rambos de la guerrilla, dejó definitivamente el eperrismo.
Conforme ha pasado el tiempo, tanto el ERPI como la TDR se han acercado más a las posiciones del EZLN y el poder popular, al grado de que en 2006 anunciaron que se sumarían a “La otra campaña”. En tanto el EPR, en diversos comunicados emitidos en 2005 y 2006 y de cara a los comicios presidenciales, expresó un reconocimiento especial a Andrés Manuel López Obrador y se pronunció a favor de que los grupos guerrilleros estuvieran en donde están las masas. Pero una de las diferencias notorias entre los eperristas y la TDR es la realización de asaltos y secuestros como parte de la táctica guerrillera: mientras que los eperristas rechazan en sus documentos estas acciones, el grupo escindido las reivindica, e incluso se le atribuyó el plagio de Diego Fernández de Cevallos, lo que provocó que el último comunicado emitido por el EPR en 2010 fuera una crítica indirecta a la TDR por el uso de dicha táctica.
Gloria Arenas Agis, quien formó parte del EPR y luego de la fundación del ERPI, relata en el libro de John Gibler México rebelde —que publicará Random House-Debate en julio de este año— que la escisión eperrista se debió, entre otras razones, al discernimiento entre “grupo” y “movimiento” armados. Arenas, quien llegó al EPR como parte del grupo que trabajaba en Guerrero, equipara lo vivido por su equipo con lo que el subcomandante Marcos dice sobre el EZLN: “Uno llega de vanguardia a elevar la conciencia de la gente, y la gente se va a unir a ti, tú eres la vanguardia; tú vas a guiar a la gente y a tomar el poder. Esto choca con las comunidades indígenas y sus tradiciones de democracia comunal, y también choca con los movimientos sociales que han enfrentado asesinatos y desapariciones y que ‘siguen’ peleando sin doblegarse ante el miedo. Teníamos que cambiar nuestra idea de que los movimientos sociales son formas inferiores de lucha y que los movimientos armados son formas superiores de lucha; y teníamos que cambiar nuestra idea de que los movimientos armados iban a aparecer en escena para guiar a los movimientos sociales”.
Sobre sus antiguos aliados, los eperristas anotan: “La unidad fortalece, pero esa unidad es sobre discusiones, sobre argumentos, porque no podrá ser por rencores, y eso que nos han tratado de lo peor, porque también tenemos muchos compañeros asesinados, porque nuestros indígenas no desean que les paguen el maltrato o el racismo, ellos se han estado ganando un lugar con sus principios y con sus capacidades para que sean respetados, porque se han dado cuenta que no todos sus usos y costumbres son adecuados, que aunque hayan sido catequistos —como decimos entre nosotros— no son ángeles ni querubines porque no somos absolutamente puros, ya que estando dentro de un sistema como el nuestro, también existen los que se enriquecen a costa de su propia gente, abigeos y un sin número de actos delincuenciales porque se les ha hecho más fácil adoptar los vicios del capitalismo que luchar contra él”.
En uno de los tramos finales de su escrito “Un poco más de historia”, los eperristas, “la guerrilla mala”, destacan: “Violamos un principio fundamental de nuestro lineamiento político porque antes de tener una actitud ante el enemigo, valiente y capaz, debemos tener una actitud ante la vida, para transformar al mundo tenemos que transformarnos nosotros mismos en cada uno de nuestros actos de la vida cotidiana, y eso intentamos, y decimos intentamos porque el revolucionario solamente se sabrá si lo es o lo fue, hasta el último suspiro de su vida”.
Esta nueva guerra entre eperristas y sus antiguos camaradas podría añadir más violencia a la que existe actualmente.
Tomado de http://www.expresiontotal.com/periodismo-digital/epr-el-grupo-guerrillero-mas-antiguo-de-mexico-y-america-latina/itemid-215
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